Diario de Mallorca, 24 de agosto de 2025
Las peleas de gallos fueron muy populares durante décadas en Ciutat, que contó con diversos locales para presenciarlas. Los más importantes fueron los de la calle dels Horts y el de Can Veta, una llamativa construcción que se levantó en el Camp Redó
En los años 50 se celebraron encuentros casi semanales en los que se apostaba y había gallos famosos por sus victorias
La presencia de animales en actividades deportivas en Mallorca es muy distinta a como fue hasta hace unas décadas. Actualmente la actividad está mejor regulada y controlada, ciñéndose a prácticas exentas de riesgo para la integridad del animal, como la hípica —especialmente el popular trot— o la colombofilia. En cambio, las que suponen daño, riesgo o maltrato para la integridad física del animal han desaparecido: carreras de galgos, peleas de perros —salvo los toros, aún en extinción— aunque antaño gozasen de aceptación social.
Es el caso también de las riñas de gallos, una de las prácticas más antiguas pero también más devastadoras para el animal. Estuvieron muy extendidas en Mallorca y particularmente en Palma, donde dejaron su impronta en un peculiar edificio, de corta vida y ya desaparecido, pero cuya singular estampa aún se recuerda: el Reñidero de Can Veta.
Los locales precedentes
El primer local para peleas de gallos (reñidero, gallera o palenque) construido a propósito en Palma estuvo en pleno centro de la ciudad: en la calle dels Horts n. 14, cerca de la Rambla. Se alojaba en el patio trasero de dicha finca y por tanto invisible a primera vista. Las primeras noticias de su existencia se remontan a 1856, aunque hubo otros anteriores, modestos o improvisados, en patios, terrazas o simples descampados.
El mismo archiduque Luis Salvador describió este local en su libro Die Stadt Palma (La Ciutat de Palma) (Leipzig, 1882): “Al carrer dels Horts està el Cercle Gallístic, on es duen a terme bregues de galls. Té la mateixa forma rodona que una plaça de toros, els alts murs que l’envolten sostenen una mena de cúpula amb finestres de vidrieres. La cambra té cinc fileres de seients o butaques disposades en amfiteatre, de fusta sense pintar i sense encoixinar. El diàmetre de la sala és de 6 metres i al centre està la petita arena, que té un diàmetre de 2,80 metres, envoltada per un barrat de 55 centímetres d’altura, inclinat cap a l’exterior. El pis està cobert amb estores de garballó o d’espart i el conjunt té un aspecte d’un plat o una gran bacina”.
La gallera dels Horts fue administrada por el Círculo Gallista y se trataba de una construcción de aire elegante y hasta monumental —tal y como puede verse en las imágenes—. La finca subsiste actualmente; no así el reñidero, que aunque sobrevivió cerrado durante años sucumbió a una reforma reciente que lo derribó para convertirlo en aparcamiento. En 1998 ARCA había solicitado su protección, dado su valor etnológico y patrimonial; pero sin éxito. Poco después, desapareció.
Volviendo al pasado, con el tiempo el recinto dels Horts quedó pequeño y el aumento de la afición propició que abriese otro más en la hoy desaparecida plaza del Olivar. Estuvo activo al menos desde 1877 y fue conocido también como Café Reñidero, al tener cafetería en el mismo local. Ambos escenarios alternaron periodos de bonanza y depresión, lo que les llevó a abrir y cerrar en función de la demanda de cada momento. Así, el local dels Horts funcionó como teatro ocasional, sala de reuniones e incluso como almacén; mientras, el del Olivar se mantuvo activo gracias al café, local muy popular durante décadas.
Los altibajos constantes en la afición llevaron a un periodo de declive antes de la Guerra Civil que acabó con su desaparición. Pero a mediados de los años cuarenta, cuando era un lejano recuerdo, las peleas de gallos renacieron con fuerza. Por toda la isla surgieron criaderos y reñideros, bastantes en locales improvisados o con otros usos. En Palma, la gallera dels Horts reabrió en febrero de 1946 registrando lleno tras lleno en cada sesión. En este periodo, aparte del consabido cruce de apuestas, la afición se vertebró a partir de la rivalidad entre Palma y Alaró y sus respectivas granjas de crianza.
Sin embargo, la pujanza del momento no permitió reabrir la gallera del Olivar: la ejecución en la zona del plan urbanístico de Gabriel Alomar a partir de 1941 supuso el derribo de manzanas enteras del barrio donde se encontraba la gallera y el Café Reñidero, que desaparecieron bajo la piqueta. Así que, para atender una demanda que no paraba de crecer, la alternativa fue construir un nuevo local.
Construcción del Reñidero
En febrero de 1948 la prensa se hacía eco del proyecto de un nuevo reñidero en la zona del Camp Redó, entonces casi sin urbanizar. Para ello fueron arrendados parte de los terrenos de la antigua possessió de Can Veta, entre la antigua carretera de Establiments (actual General Riera) y la calle de Jesús, cerca del edificio de las Germanetes dels Pobres y al final de la calle Vázquez Mella (hoy Ferran Valentí). De este modo, las riñas de gallos se incorporaron al área que entonces agrupaba las grandes infraestructuras deportivas de la ciudad: Velódromo de Tirador (1903), Hipódromo de Bons Aires (1917-1965), Canódromo Balear (1932-1999), Frontón Balear (1935-1977), Estadio Lluís Sitjar (1945-2014) y las instalaciones militares de Es Fortí (1947).
El 11 de octubre de 1948 fue colocada solemnemente la primera piedra a cargo del presidente de la Diputación Provincial, Pedro Salas Garau, también aficionado y a la vez uno de los principales promotores del edificio. Se levantó en apenas cuatro meses y fue inaugurado el 16 de enero de 1949, siendo conocido desde entonces como Reñidero de Can Veta. Nada más entrar en funcionamiento dejó de funcionar la gallera de la calle dels Horts, que había quedado claramente obsoleta.
Desde el principio el Reñidero de Can Veta fue una construcción llamativa, fácilmente reconocible a primera vista al encontrarse en un descampado, sin apenas construcciones, así como por la singularidad de su estructura y función. Con capacidad para 700 espectadores, tenía planta cuadrangular y chaflanes recortados, de planta y piso superior, rematado con un tejado cónico. En el interior una gran sala dispuesta en forma de tribuna circular, a modo de anfiteatro, con media docena de gradas sin asientos y numeradas. Y en el centro el ruedo, de arena y delimitado por una cerca de protección.
Durante los años cincuenta vivió años de esplendor, celebrando encuentros casi semanales con la participación de diferentes granjas de criadores de la isla y el imprescindible ingrediente de las apuestas cruzadas (legales o ilegales) por los aficionados. Alrededor se mantuvo todo el universo propio de cualquier competición deportiva: gallos famosos por sus victorias (y por los beneficios generados en las apuestas) y rivalidades entre los principales criaderos de la ciudad: la Calatrava y la Palmesana, a los cuales se añadió luego el de la Soledat. Todo ello en rivalidad con los gallos de Alaró, cuya granja estuvo seguramente ligada a la figura de Pedro Salas Garau, promotor del edificio.
Según las crónicas del momento, en su tiempo Can Veta fue considerado uno de los mejores reñideros de España. Sin embargo, a mediados de la década empezó su declive y cerró sus puertas en 1958. Varias pudieron ser las causas: disminución de la afición o de los beneficios generados con las apuestas, discrepancias entre los promotores o el creciente rechazo hacia el maltrato animal en espectáculos públicos. Aún hubo un último intento de reanimarlo: el 1 de abril de 1962 reabrió sus puertas, remozado y con el nombre de Reñidero Palma; pero apenas funcionó un par de meses y en 1963, unas semanas: ahí terminó todo. Curiosamente, pese a su brevedad, esta última etapa es la más recordada gracias al rótulo pintado en la fachada para la reapertura.
En todo caso, las peleas de gallos languidecían en toda Mallorca y el cierre de Can Veta fue el síntoma más visible de un proceso imparable. En 1964 aún se mantenían en lugares con tradición arraigada, como Alaró; luego llegaría la prohibición definitiva y, con ello, su extinción.
Cierre y desaparición
Después de cerrar, el Reñidero de Can Veta permaneció inactivo y sin usos alternativos. Con el abandono llegó la inexorable degradación y el vandalismo; en los años setenta su estado ya era irreversible. En 1975 los terrenos cambiaron de propiedad, pero continuó el deterioro hasta colapsar el tejado. En 1983 solo quedaban ruinas y a finales de los años ochenta empezó a urbanizarse la zona como consecuencia del crecimiento de la ciudad. Los terrenos pasaron a formar parte de una amplia manzana, con zona verde y bloques de viviendas, quedando el espacio que ocupaba el reñidero en un pequeño parque situado entre los números 3 y 5 de la calle Madre Jeanne Jugan. Se construyó a principios de los años noventa, a la altura del cruce con la calle Ferran Valentí.
Actualmente el espacio del antiguo reñidero carece de nombre; nada recuerda que allí estuvo el principal coliseo dedicado a las riñas de gallos de la ciudad. Tal vez en un futuro pueda darse nombre propio al lugar y colocar algún tipo de dedicatoria u homenaje a las aves, protagonistas involuntarias de una práctica hoy totalmente erradicada —salvo peleas clandestinas— y basada en una competitividad insana, asentada en el sufrimiento (ajeno), la crueldad y el dolor animal.