La Tajadera (núm. 72-75), julio de 2025
En fechas recientes fue elegido el nuevo pontífice de la Iglesia Católica, el cual eligió el nombre de León XIV. Para creyentes o laicos sigue siendo una figura de referencia básica por su influencia en la cultura occidental de los últimos dos mil años más allá de credos, culturas y nacionalidades. Su funcionamiento, tradicionalmente muy jerarquizado y centralizado, ha llevado a la Iglesia Católica a intervenir durante siglos hasta en el último confín del mundo, a pesar de que hasta fechas muy recientes las comunicaciones han sido mucho más lentas y difíciles.
De ese modo, como institución fuertemente centralizada, el Vaticano se propuso llegar hasta el último rincón de la cristiandad. Así fue como llegó a intervenir hasta en un recóndito lugar, como Fuentes Claras. Y de ello se conservan documentos de la época que demuestran que existió comunicación directa entre ambos lugares; al menos hasta en tres ocasiones.
El documento más remoto es de principios del siglo XVII: una bula de Pablo V, escrita en latín sobre pergamino y certificada por un sello de plomo circular con la leyenda “PAVLUS PAPA V”, unido al documento mediante cordón multicolor. Desconocemos el contenido del texto, pues hace años que el pergamino se encuentra en paradero desconocido. Tampoco nos es posible fecharla con exactitud, aunque el sello permite situarla bajo el pontificado de Pablo V, el cual se extendió entre 1605 y 1621. Actualmente el único indicio de su existencia es un dibujo del sello realizado en 1949, cuando aún se guardaba en la Iglesia Parroquial.
El segundo documento es otra bula, emitida por Inocencio XI. Escrita en latín sobre papel, está fechada el 18 de octubre de 1688 y se dirige a la Cofradía de Nuestra Señora de los Navarros (actualmente desaparecida). Dada la difícil caligrafía es difícil traducir su contenido. A su vez, el mismo documento contiene un texto añadido en castellano del entonces arzobispo de Zaragoza, Antonio Ibáñez de la Riba-Herrera, en que autorizaba a la Cofradía a hacer uso público de la bula.
Finalmente, existe un tercer documento. Con fecha y sello de 3 de julio de 1804, el papa Pío VII emitió un breve apostólico (texto más breve que la bula, pero de importancia similar). Está redactado en latín sobre papel y también dirigido a la Cofradía de Nuestra Señora de los Navarros, en que les concedía privilegio de altar perpetuo bajo la advocación de la Virgen. La otra cara del documento contiene un texto en castellano firmado por Patricio Martínez de Bustos, comisario general de Cruzada (entonces un alto cargo eclesiástico en España), autorizando a la Cofradía a hacer público el texto.
Actualmente tanto la bula de Inocencio XI como el breve de Pío VII se conservan en el archivo del Obispado de Teruel. En cuanto a la bula de Pablo V sigue ilocalizable, pero no es descartable que algún día aparezca en manos de algún coleccionista privado. Sin embargo, es probable que el Archivo Apostólico Vaticano (antes llamado Archivo Secreto Vaticano) guarde copia o resguardo de todos estos documentos, lo que permitiría localizar la bula perdida y conocer su contenido. También allí podría averiguarse si hubo alguna respuesta de Fuentes Claras dirigida al papado: algo poco probable, porque se conservaría copia en el obispado turolense, aunque igualmente podría haberse perdido.
Todo ello revela la interesante conexión que Fuentes Claras mantuvo con el Vaticano a través de una de sus cofradías. Vínculo que le proporcionó altar perpetuo para su templo parroquial, concedido directamente por el papa; algo que hoy puede parecer anecdótico, pero que entonces debió vivirse como un gran honor y privilegio para sus habitantes.