La Tajadera (núm. 70-71), mayo de 2025
Durante años la provincia de Teruel ha sufrido carencias en cuanto a infraestructuras de transporte, resueltas en parte por la autovía Mudéjar y la línea férrea Valencia-Zaragoza (pese a sus deficiencias), que articulan de norte a sur la provincia. En cambio, de este a oeste la situación es peor: la N-211 necesita una urgente renovación; y en cuanto al ferrocarril, no existe línea alguna… pero pudo haberla. Y en ella Fuentes Claras hubiese tenido un destacado papel.
En 1878 el banquero y empresario catalán Francesc Gumà Ferran (1833-1912) fundó una compañía ferroviaria para construir una línea ferroviaria que enlazase Barcelona con Vilanova i la Geltrú, su pueblo natal. Más adelante amplió su objetivo y planeó llevarla hasta Madrid, rivalizando con la línea existente por Lleida y Zaragoza; pero trazando un camino más corto atravesando la provincia de Teruel. El ferrocarril estaba en plena expansión y era visto como crucial para vertebrar el país en un momento de euforia financiera y grandes inversiones… quizás demasiado atrevidas, como veremos.
En septiembre de 1881 Gumà presentó su proyecto, prometedor aunque arriesgado. Reducía el trayecto Barcelona-Madrid en 100 km y atravesaba las cuencas carboníferas del Bajo Aragón, lo que facilitaría su explotación. De oeste a este, desde Molina de Aragón, la línea atravesaba la provincia pasando por el Jiloca (Odón, Torralba de los Sisones, Fuentes Claras, Barrachina y Torrecilla del Rebollar), Cuencas Mineras (Villanueva del Rebollar, Vivel, Martín, Montalbán, Peñas Royas, Obón y Alcaine), Sierra de Arcos (Oliete y Ariño) y Bajo Martín (Albalate del Arzobispo, Urrea, Híjar y Samper de Calanda). En Samper la línea se bifurcaba y seguía hacia Caspe (hacia Barcelona) o Escatrón (hacia Zaragoza).
Además, proyectaba tres estaciones: Fuentes Claras, Montalbán y Samper. Así, la línea pasaría por zonas entonces de difícil acceso y conectaría con las dos grandes ciudades del país. A buen seguro daría un empuje decisivo a la provincia a todos los niveles y cambiaría su futuro.
A finales de 1881 se inauguró el tramo inicial, entre Barcelona y Vilanova i la Geltrú. Pero todo se torció: las acciones de la compañía apenas fueron adquiridas y perdieron el 75% de su valor, tal vez porque el proyecto era tan ambicioso como temerario; y a principios de 1882 sobrevino el crack de la Bolsa de París, afectando toda Europa y causando varios años de recesión, lo que acabó de lastrar el proyecto. Las obras del ferrocarril continuaron; pero con mayores dificultades hasta que en 1885, cuando el tendido se acercaba al Ebro, la compañía entró en suspensión de pagos. Fue absorbida por otra compañía rival, que llevó la vía hasta Zaragoza; pero desechó el ramal hasta Madrid, pese a estar el proyecto redactado. Nunca más se abordó.
Quizá el proyecto fuese temerario y poco realista; pero de haber tenido mayor apoyo financiero y no coincidir con el crack financiero quién sabe hasta dónde hubiera llegado. En todo caso, demostró que articular la provincia de este a oeste era posible, a diferencia de proyectos posteriores que relegaron la provincia de Teruel a un segundo plano. 140 años después, la audacia del proyecto aún no ha sido superada.
De llevarse a cabo, Teruel hubiera dado un gran salto adelante. En especial, los pueblos donde se proyectaba construir estación: Samper de Calanda, Montalbán y especialmente Fuentes Claras, que se hubiera convertido en el principal eje de comunicaciones del ferrocarril nacional con la posterior construcción de las líneas de Valencia a Calatayud (1901) y de Caminreal a Zaragoza (1933). Entonces la estación fuentesclarina hubiera tenido vía directa con Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza y Francia. Sin duda, su historia hubiera sido muy diferente.