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461. El cuartel de Son Banya: el último reducto del Duce

Diario de Mallorca, 23 de febrero de 2025

Fue construido en 1936 para los pilotos de la Aviación Legionaria que llegaron a Mallorca para combatir en la Guerra Civil

El monumento a Benito Mussolini fue erigido a mediados de 1939 con piedras de Porreres

A principios de febrero el Govern presentó el proyecto del Districte de la Seguretat para el antiguo cuartel de Son Banya (cercano al poblado gitano, pero sin relación alguna entre ellos). Allí se ubicarán la nueva Escola Balear de Seguretat Pública, la Direcció General d’Emergències, el 112 y las unidades de emergencias. Cuenta con 24 millones de euros de presupuesto, se prevé que el proyecto definitivo sea presentado antes del verano y que las obras empiecen en 2026 para inaugurarse en 2028. En el proceso se estudiará la demolición o reforma de los diferentes edificios del cuartel y la edificación de otros para dotar estos organismos de instalaciones modernas y funcionales. Así se rehabilitará el viejo cuartel, infrautilizado y en estado ruinoso desde hace años.

Sin embargo, antes de aprobar el proyecto y empezar la construcción deberán analizarse sus valores históricos y patrimoniales, porque el cuartel tiene una historia tan variada como controvertida. Fue construido en 1936 para los pilotos de la Aviación Legionaria italiana que llegaron a Mallorca para combatir en la Guerra Civil y que tuvieron su base aérea en Son Sant Joan (entonces una modesta pista), no muy lejos del cuartel. Al finalizar la guerra dicho cuerpo abandonó la isla y Son Banya se convirtió en cuartel de Artillería hasta 1965, cuando pasó a Intendencia, hasta que fue desalojado y vendido al Govern en 1999. Entonces se planteó darle usos asociados a la seguridad ciudadana y emergencias, algunos de sus edificios acogieron dependencias diversas (como el archivo de la CAIB) y desde 2014 el GEIBSAU (Gestión de Emergencias). Pero nunca fue reformado a fondo, hasta el punto de ofrecer hoy un pésimo estado, entre degradado y ruinoso.

Dado su estado actual, parece que el cuartel de Son Banya carezca de algún elemento digno de preservar o conservar. Sin embargo, lo hay: en el subsuelo. Imperceptible a primera vista yace uno de los secretos más sorprendentes de nuestra historia reciente: el monumento a Benito Mussolini, el Duce. Fue erigido a mediados de 1939 por un miembro de la Aviación Legionaria: Heros Giusti, un jefe de escuadra de la batería antiaérea alojada en el cuartel. Construido en piedra de Porreres, constaba de un arco de siete metros de altura por tres y medio de anchura; y en su interior un voluminoso busto de Mussolini, de metro y medio de diámetro, soportado por una columna cuadrangular. Fue iniciativa personal de Giusti, escultor aficionado, al margen de los habituales actos de propaganda fascistas durante la Guerra Civil y primera posguerra. Por eso este monumento fue atípico y no fue ubicado en un lugar significativo de Palma sino en el exterior del cuartel, en los aledaños de la entrada: un lugar nada glamuroso, pero fácilmente visible.

Cuando acabó la guerra la Aviación Legionaria abandonó la isla. Así el monumento quedó huérfano al poco tiempo de ser levantado, quedando como testimonio de la contribución del fascismo italiano al bando ganador. Y contra lo que pueda pensarse, no duró tanto tiempo como el régimen franquista: a principios de los años 50 la dictadura dio un giro diplomático espectacular y pactó con los Estados Unidos los llamados Pactos de Madrid (1953), por lo que fue necesario blanquear o eliminar todo aquello que recordase la vinculación del franquismo con aquellos regímenes totalitarios derrotados años antes que le habían ayudado a ganar la guerra. Y el monumento a Mussolini fue derribado; pero no desapareció del todo, sino que fue enterrado allí donde se hallaba. Así que las catas arqueológicas previas a la construcción del futuro Districte de la Seguretat permitirían localizarlo y, dado su innegable valor histórico, exhumarlo y trasladarlo a un centro adecuado; por ejemplo, el Museo Histórico Militar de San Carlos.

El monumento es un ejemplo más de la arquitectura fascista en Mallorca y prueba la vinculación del primer franquismo con los totalitarismos europeos; pero es un elemento atípico al ser iniciativa individual de un elemento del fascio italiano, no controlado por las autoridades locales. Y a su vez muestra la esencia incoherente y vacua de los regímenes totalitarios, que permitieron su construcción y después su eliminación en cuanto interesó prescindir de todo aquello que representaba.

El olvido estuvo a punto de borrar esta historia; sin embargo, pervivió gracias a diversos investigadores (Damià Ferrà-Ponç, Llorenç Capellà o Manuel Aguilera, por decir algunos) que han permitido dar testimonio de su existencia. De su recuperación puede surgir la más sana de las autocríticas a partir de un hecho que, pese a bordear el esperpento y la humorada, puede contribuir a sanar heridas y conocer mejor nuestra historia.