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379. La Sabina de Fuentes Claras

La Tajadera (núm. 50-51), agosto de 2023 

La Sabina de Fuentes Claras es un imponente árbol que se alza en solitario en mitad de diversos campos de cultivo. Se sitúa al noroeste del municipio, en la partida conocida como la Somada, aproximadamente entre el Cerro de San Esteban y la Rambla de Cañamaría. No es fácil acceder a ella, ya que está situada entre diversas áreas de cultivo y no hay ningún camino público que permita el acceso.

El árbol alcanza una altura de 13,2 metros y su copa oscila entre los 14,3 y 10,8 metros de diámetro. No tiene un único tronco sino tres, que surgen de la misma base del árbol. Cada uno de ellos tiene un diámetro de 0,54, 0,57 y 0,75 metros, respectivamente.

Aunque no lo sabemos a ciencia cierta, según la tradición oral tendría unos 3.000 años de edad. Por sus características, debe ser el superviviente de un extenso sabinar que abarcaba toda la zona y, por diversos factores, no fue talado y pudo sobrevivir. El último obstáculo para su supervivencia aconteció durante la Guerra Civil, cuando los habitantes del pueblo quisieron talarla para poder calentarse durante el duro invierno; y, de hecho, llegaron a cortarle una de sus ramas. Sin embargo, al enterarse los mandos del ejército mandaron que se mantuviera en pie, pues se había convertido en un punto de referencia importante en la cartografía utilizada por la aviación militar que sobrevolaba la zona. Esto la salvó nuevamente, hasta hoy.

Se trata de un ejemplar de Juniperus thurifera, más conocida como sabina albar. En otras latitudes la especie es conocida como trabina o enebra, árbol habitual en el centro y Este de la Península, muy abundante en las provincias de Guadalajara y Cuenca, así como el sur de la provincia turolense. Es una especie autóctona que antaño formó extensos bosques en la Comarca del Jiloca, luego transformadas en terrenos de cultivo. De hoja perenne, es una de las especies más resistentes a los extremos propios del clima continental (sequías, heladas y calores sofocantes), tanto o más que la carrasca por su planta más bien baja y compacta, de forma arbustiva. Ejemplares como el de Fuentes Claras son una excepción por su gran altura, amplia copa y planta esbelta, y quizá por ello sobrevivió. Todo un monumento natural. 

La sabina no fue siempre el elemento arbóreo más destacado de Fuentes Claras; al menos, no el único. Estuvo acompañado por las dos olmas (hoy desaparecidas por culpa de una epidemia, en 1989), que flanqueaban la portalada de la Iglesia parroquial. Una inscripción, aún legible en su fachada, dice: «Año 1663 se plantó la olma». Este hecho trascendió de tal manera hasta el punto de figurar en el escudo de armas del pueblo y nos da una idea de la importancia que un árbol puede llegar a tener en el alma popular. También es destacable la Pradera de la Virgen, frondosa chopera situada a las afueras junto a la Ermita de la Virgen de los Navarros, bucólico espacio muy adecuado para pícnics o barbacoas.

No es la única sabina destacada, pues rivaliza en popularidad con otra en la misma comarca, igualmente imponente, en Blancas. Ubicada en la partida de La Balsilla, cerca del municipio de Monreal, también es reliquia de un antiguo sabinar talado para extender tierras de cultivo. Su edad es incalculable, pero con seguridad también es milenaria. Tiene una altura de 7,5 metros y un perímetro de tronco de 3,6 metros. Por tanto, es menos alta que la de Fuentes Claras pero más robusta, más acorde con la naturaleza de esta especie. 

Existen otros ejemplares de árboles de especial relevancia a lo largo y ancho de la geografía aragonesa: carrascas, cedros, chopos, pinos o rebollos. Pero entre las sabinas, Fuentes Claras conserva uno de los ejemplares sin duda más representativos de la Comarca del Jiloca.