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362. El Lavadero de Lanas de El Poyo, pasado industrial del Jiloca

La Tajadera (núm. 46-47), abril-mayo de 2023

Una de las principales fuentes de desarrollo económico de la comarca del Jiloca durante siglos vino a cargo de la lana, proveniente sobre todo de la sierra de Albarracín y de la misma comarca. Su comercio vivió gran esplendor gracias a la demanda nacional y extranjera de este producto, sobre todo en los siglos XVII y XVIII. No supuso la creación de factorías textiles en la zona, pero sí propició el desarrollo de instalaciones para su procesado previo: los lavaderos de lanas.

Según trabajos sobre el tema llevados a cabo por los investigadores locales Emilio Benedicto y José María de Jaime, hubo dos grandes lavaderos en la comarca, ambos cerca del Jiloca para aprovechar sus aguas en el proceso de lavado. El primero fue construido en 1646, en Calamocha, cerca del Puente Romano. Inactivo desde el siglo XIX, amenazaba ruina total; sin embargo, la Fundación San Roque y el ayuntamiento calamochino impulsaron su restauración en 2020, resaltando su valor histórico y potencial como atractivo turístico y cultural.

El segundo lavadero también estuvo en el término municipal calamochino, pero en la actual pedanía de El Poyo. Se hallaba en el camino de El Poyo a Fuentes Claras, entre la Ermita de la Virgen del Moral y el puente sobre la vía férrea. Seguramente fue construido reciclando materiales de la antigua ciudad romana de La Loma de Fuentes Claras, habitada entre los siglos I y IV. Administrativamente el lavadero pertenecía a El Poyo, aunque era más próximo al núcleo urbano fuentesclarino.

El Lavadero de El Poyo era un completo conjunto de instalaciones que incluía todos los servicios para el procesado de la lana. Allí había salas para almacenaje y pesado de la lana; estancias para su estibado; una gran caldera para el escaldado; y varias pilas de lavado, así como una amplia explanada para estirado y secado de la lana recién lavada. El agua, necesaria para todo el proceso, provenía del Jiloca mediante un azud que la canalizaba a tal efecto. También había estancias para guardar la cal, necesaria para el blanqueo y lavado, o leña para calentar el agua de la caldera, entre otras.

Aparte, proporcionaba otros servicios. Disponía de dormitorios para alojar los tratantes laneros (podían permanecer allí varias semanas), cocina y comedores para el personal, y taller de reparación de carros. Por tanto, era una ciudad dedicada al mundo de la lana, todo un complejo industrial. A diferencia del Lavadero de Calamocha, su lejanía respecto a un núcleo urbano propició que añadiese todo tipo de servicios hasta alcanzar las dos hectáreas de extensión y superase los 100 empleados en el siglo XVIII.

El complejo estuvo activo hasta el siglo XIX. Debió sufrir los estragos de la Guerra de Independencia, la primera guerra carlista y el surgir de la industria algodonera catalana, que hundió el comercio lanero local y los lavaderos perdieron su razón de ser. Hacia 1850 ya no funcionaba, como menciona Pascual Madoz en su Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España. Con el tiempo sus instalaciones fueron abandonadas y demolidas para cultivar sus terrenos, de modo que hoy apenas quedan restos en pie. Aun así, resiste su gran portal de entrada y parte de los muros que lo rodeaban, restos de la caldera de escaldado y las pilas de lavado, además de fragmentos de pared de varios edificios.

Cabe reseñar que hubo un tercer lavadero, en Calamocha, en su Calle Mayor; pero más pequeño. Incluso pudo haber un cuarto en Fuentes Claras cuando Ildefonso Ibáñez Garcés, de la familia de grandes propietarios del pueblo, lo proyectó en 1741; pero no prosperó por la oposición del resto de lavaderos, que recelaban de su posible competencia. También cabe añadir que José Ibáñez Gassia, hijo del anterior, hacia 1760 tenía diversas fábricas en Fuentes Claras y al menos una era de tejidos. Nada queda en el pueblo de aquello, pero a buen seguro su producción estaría vinculada al Lavadero de El Poyo.

Aunque el Lavadero de El Poyo sea casi irrecuperable, es necesario señalizar su ubicación y explicar el importante papel que tuvo en la historia de la comarca. Pese a desaparecer, fue ejemplo de una sociedad que en el Jiloca fue más allá de la agricultura y la ganadería. Representó una potente actividad industrial, ejemplo de una sociedad más dinámica y diversa económicamente de lo que parece a primera vista.