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345. Miguel Gómez y Cabello, el primer inquilino de la Cripta del Pilar

Diario de Teruel, 3 de febrero de 2023

En fechas recientes, como viene siendo tradicional, la Cripta de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza abrió sus puertas al público dos únicos días: el 1 y 2 de noviembre, aparte de abrirse excepcionalmente con motivo de un nuevo entierro en su interior. La Cripta, situada en el subsuelo del templo y justo debajo de la Santa Imagen, fue inaugurada oficialmente el 12 de octubre de 1764. Desde entonces recibieron sepultura todo tipo de personalidades de un modo u otro, relevantes en el devenir histórico de Aragón o particularmente ligadas a la Basílica del Pilar y su devoción.

Así, en la Cripta descansan religiosos (canónigos de la Seo, arzobispos y otros prelados), como el ilustrado Ramón Pignatelli. También figuras relevantes de la historia aragonesa como José de Palafox, aunque no recibiera sepultura en dicha Cripta hasta 1958. Así como diversos benefactores que asistieron económica y materialmente a la construcción de la Basílica y contribuir a su actual imponencia y esplendor. Incluso, durante un tiempo, estuvo enterrada Agustina de Aragón cuando sus restos fueron repatriados a Zaragoza en 1870, aunque posteriormente fue reubicada en el Mausoleo de las Heroínas, situado en la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo de la misma ciudad, en 1908.

No obstante, todavía bastantes nichos de la Cripta permanecen sin inscripción alguna que los identifique. La mayoría son espacios libres para futuros entierros; pero no en todos los casos. En algunos hay cuerpos enterrados, sin rótulo alguno y posiblemente sin que haya constancia de quienes se hallan allí enterrados. Pues bien, en uno de estos nichos se halla una figura hoy totalmente desconocida, pero transcendental para la Basílica del Pilar y su devoción popular: el escritor y religioso Miguel Francisco Gómez y Cabello.

Gómez y Cabello nació en Fuentes Claras a finales del siglo XVII y, según relataba en 1801 el bibliófilo y erudito Félix Latassa en su Biblioteca Nueva de los Escritores Aragoneses, fue un relevante escritor e intelectual de su época. Se trasladó a Zaragoza, donde estudió teología y filosofía hasta alcanzar el grado de doctor. Posteriormente ocupó cargos eclesiásticos de relevancia: canónigo racionero penitenciario de la Seo, examinador sinodal del Arzobispado de Zaragoza o rector de la Universidad de Zaragoza en dos ocasiones, entre 1744-1745 y 1749-1750.

Aparte del destacado papel de Gómez y Cabello por los cargos mencionados, llevó a cabo una actividad como escritor que le confirió un prestigio aún mayor. Entre sus composiciones destacan una novena dedicada al mártir de Épila, Pedro Arbués, así como diversas obras de carácter poético y religioso. Sin embargo, su legado más transcendental fueron sus Gozos de Nuestra Señora del Pilar, compuestos para el coro infantil de la Basílica (conocidos popularmente como infanticos) y que se cantaban cada 12 de octubre con motivo de la festividad de la Virgen.

Pronto los Gozos transcendieron dicha celebración al ser editados periódicamente en octavillas de fácil circulación, lo que ayudó a su difusión popular hasta conseguir una perenne popularidad entre la población. Así, Latassa remarcaba en su obra que “se cantaban todas las noches o bajo cualquier motivo o celebración”. Así, su texto empezaba de la siguiente manera: “Pues sois Celestial Princesa / la Columna de Aragón, / mantened la devoción / de nuestra Fe Aragonesa”.

Así, al fallecer Miguel Gómez y Cabello en Zaragoza el 18 de noviembre de 1756, su figura reunía un elevado prestigio como religioso, intelectual y literato; pero también una gran ascendencia entre el pueblo llano por sus Gozos. Por ello fue enterrado en la Santa Capilla de la Basílica del Pilar y, tal como dice José Ypas en su obra Señores Canónigos de la Santa Iglesia Metropolitana de Zaragoza, fue ubicado “en el primer nicho, entrando a la derecha”. Sin embargo, al concluir las obras de la Cripta en 1764 sus restos fueron trasladados a la nueva construcción.

Por tanto, un turolense oriundo de Fuentes Claras ostenta el privilegio de ser el primer enterrado en la Cripta del Pilar, bajo la Santa Imagen. Los méritos contraídos como religioso y escritor tuvieron su peso, pero sin duda fue la inspiración y difusión conseguida por sus Gozos del Pilar los que le proporcionaron la necesaria unanimidad entre sus contemporáneos para merecer tal honor.

Por desgracia, hoy no es posible localizar a Gómez y Cabello en la Cripta a pesar de su trascendencia, porque ninguna lápida señala dónde se encuentra… y tal vez tampoco sepamos en cuál de ellas. Con el tiempo, la transcendencia de su figura se fue diluyendo y la relevancia de quienes fueron enterrados posteriormente lo relegaron a un segundo plano hasta el olvido total, a todas luces injusto.

Se hace necesario rehabilitar su figura para que algún tipo de mención o inscripción deje constancia de su presencia en la Cripta. El mero hecho de ser el primer enterrado es motivo más que suficiente: Gómez y Cabello contribuyó decisivamente al actual esplendor de la Basílica al extender y consolidar la veneración a la Virgen del Pilar más allá de Zaragoza, a través de la inspiración de sus Gozos.

Gómez y Cabello no era de origen noble o militar de alto grado. Tampoco fue alta dignidad eclesiástica, ni desempeñó altos cargos diplomáticos o administrativos del Reino. Sin embargo, aquél humilde turolense nacido en Fuentes Claras logró llegar muy alto en sus aspiraciones: canónigo en la Seo, rector en la Universidad y, sobre todo, autor de un inspirado canto de devoción a la Virgen del Pilar que el pueblo se hizo propio. Por ello fue el primer morador de la Cripta del Pilar y es necesario restituir su memoria, localizando e identificando su nicho, para recordar los hechos que le hicieron merecedor de ser allí enterrado. El primero de todos, un fuentesclarino.