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344. María Ignacia Ibáñez, musa y actriz oriunda de Fuentes Claras

La Tajadera (núm. 43-44), enero de 2023

En este número volvemos a hablar de destacadas personalidades de Fuentes Claras; y de nuevo de mano de los Ibáñez, antigua familia de hidalgos y grandes propietarios del pueblo. Dentro de su saga familiar hoy toca hablar de una mujer, que aunque no nació en Fuentes Claras su familia sí era oriunda del solar fuentesclarino: María Ignacia Ibáñez, bautizada en Carabanchel Bajo (actual barrio de Madrid) el 31 de julio de 1745. Su padre era Bartolomé Ibáñez, músico y literato, dedicado especialmente al teatro para el cual escribió diversas obras y mantuvo su propia compañía teatral; de ahí que su vida fuera itinerante y su hija naciera en Carabanchel.

No está clara la vinculación que Bartolomé tenía con la familia fuentesclarina, dado que su profesión estaba entonces moralmente mal vista y entre miembros de la nobleza se ocultaba para evitar la “deshonra” familiar. En todo caso, en el siglo XVIII los Ibáñez habían dado dos figuras al mundo de las letras: José (dramaturgo) y Joaquín (poeta y orador), que vimos en números anteriores. Así, ambos coincidieron en el tiempo con un tercer apellido Ibáñez: el de María Ignacia.

La fama de María Ignacia se debió a su talento como actriz. Debutó en Cádiz, donde entonces residía su familia, sabemos que era mujer de buena formación académica (algo explicado en parte por sus orígenes nobles) y de gran talento interpretativo. En 1768 se trasladó a Madrid para debutar en la compañía teatral del Teatro de la Cruz, entonces el principal de la ciudad, ubicado en la Plaza del Ángel. Su ascenso fue meteórico y en 1770 ya era primera dama de la compañía, llegando a protagonizar los estrenos de Hormesinda, de Nicolás Fernández de Moratín, o Don Sancho García Conde de Castilla, de José Cadalso.

Precisamente su vinculación con este último hizo su nombre inmortal. En 1770 Cadalso había retornado a Madrid después de un periodo de destierro y conoció a María Ignacia en su plenitud. Ambos se enamoraron apasionadamente y Cadalso escribió para ella Sancho García, que ella protagonizó a principios de 1771, y la convirtió en musa de sus poesías con el sobrenombre de Filis. Incluso planearon casarse, aunque Cadalso era militar con grado de coronel y la profesión de ella tampoco era bien vista en el ámbito castrense.

Sin embargo, todo terminó trágicamente. María Ignacia contrajo tifus y murió en Madrid el 22 de abril de 1771, con apenas 25 años de edad. A raíz de ello Cadalso enloquecería, hasta el punto de intentar robar el cadáver de María Ignacia del cementerio donde fue enterrada. Mucho después se descubrió que fue una leyenda fomentada por el propio Cadalso, destrozado por la pérdida de su amada pero también arrebatado por su espíritu romántico y apasionado. De hecho, este era el argumento exacto de sus Noches lúgubres, relatos publicados póstumamente en 1789-90 (Cadalso murió en 1782) y que fueron referencia para el romanticismo literario español del siglo XIX.

Por tanto, María Ignacia Ibáñez fue actriz de talento y de éxito fulgurante aunque breve, debido a su prematura muerte. Pero gracias a su relación con José Cadalso fue musa inspiradora de sus poesías y protagonista post mortem del primer argumento literario del naciente romanticismo español. De este modo, a través de la vinculación familiar con la pequeña nobleza fuentesclarina (aún pendiente de precisar), podemos afirmar que la primera musa del romanticismo literario español tuvo origen y especial vinculación con Fuentes Claras.