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340. El inquilino de la Cripta del Pilar

El Periódico de Aragón, 11 de enero de 2023

Miguel Francisco Gómez y Cabello es una figura olvidada pero trascendenteal

Sin ser general ni diplomático, noble ni cardenal, el religioso llegó a lo más alto

Como viene siendo tradicional, los días 1 y 2 de noviembre fue abierta al público la cripta de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Dicho espacio, situado en el subsuelo del templo, fue inaugurado el 12 de octubre de 1764 y desde entonces han sido enterrados en él todo tipo de personalidades, relacionadas todas ellas, de uno u otro modo, con el templo: arzobispos, canónigos y prelados, como Ramón Pignatelli; figuras de la historia aragonesa, como José de Palafox (enterrado en 1958). Así como benefactores diversos que colaboraron sustancialmente en la construcción del edificio. También fue reposo temporal de Agustina de Aragón, cuando sus restos fueron repatriados a Zaragoza, aunque solo entre 1870 y 1908.

Sin embargo, actualmente varios de los nichos de la cripta permanecen sin inscripción alguna. A primera vista puede deducirse que son espacios libres para futuras inhumaciones, y efectivamente, así es. Pero no todos. En algunos casos hay diversos cuerpos enterrados, sin texto alguno que los identifique. Entre ellos es muy probable que se encuentre una personalidad hoy totalmente olvidada, pero transcendental en su tiempo para el Pilar y Aragón: el escritor y religioso Miguel Francisco Gómez y Cabello.

Según documentó el erudito y bibliófilo Félix Latassa en 1801, en su Biblioteca Nueva de los Escritores Aragoneses, Gómez y Cabello fue escritor e intelectual relevante en su época.

Nació en Fuentes Claras (Teruel) a finales del siglo XVII y se trasladó a Zaragoza para estudiar teología y filosofía, alcanzando el grado de doctor. En la capital aragonesa obtuvo cargos de importancia, entre otros: canónigo racionero penitenciario de la Seo, examinador sinodal del Arzobispado de Zaragoza, así como rector de la Universidad de Zaragoza en dos ocasiones, 1744-1745 y 1749-1750; es necesario reseñar que entonces los mandatos eran anuales, y de ahí su aparente brevedad.

Aparte de su relevancia como eclesiástico, su transcendencia como escritor fue mayor. Entre sus obras, de carácter poético y religioso, destaca una novena dedicada al mártir epilense Pedro Arbués (1441-1485). Pero sobre todo destacan sus Gozos de Nuestra Señora del Pilar, destinados inicialmente al coro infantil de la capilla de la Basílica, llamados popularmente infanticos, que los cantaban con motivo de la festividad del 12 de octubre. Pero al ser editados en octavillas, circularon ámpliamente y lograron gran popularidad entre la población, hasta el punto de que, según Latassa, se cantaban todas las noches o bajo cualquier motivo o celebración. Empezaban tal que así:

«Pues sois Celestial Princesa/la Columna de Aragón,/mantened la devoción/de Nuestra Fe aragonesa.»

Por ello, Miguel Gómez y Cabello logró gran ascendencia y popularidad entre la población hasta su muerte, el 18 de noviembre de 1756. Inicialmente fue inhumado en la Santa Capilla del Pilar (según el escritor José Ypas, en su obra Señores Canónigos de la Santa Iglesia Metropolitana de Zaragoza, fue enterrado «en el primer nicho, entrando a la derecha»); pero después fue trasladado a la cripta al ser inaugurada, en 1764. Así pues, un fuentesclarino ostenta el privilegio de ser el primer enterrado bajo la santa imagen. Lo fue en atención a los méritos contraídos en vida como religioso y escritor; y a buen seguro gracias a sus Gozos del Pilar, los cuales le confirieron el suficiente respaldo popular para confirmar tal honor.

Lamentablemente, ningún texto ni inscripción señala la ubicación de su tumba. Ni siquiera sabemos en cuál de los nichos sin inscripción podrían estar sus restos. El tiempo transcurrido y la relevancia posterior de los allí enterrados posteriormente en la cripta eclipsaron su figura, hasta el olvido total. Tal vez sea necesario reivindicar su figura y que alguna mención en la cripta deje constancia de la importancia que tuvo Gómez y Cabello en el esplendor actual del Templo, como primer morador y pieza clave para consolidar la veneración por el Pilar a través de sus Gozos. Sin ser general ni diplomático, noble ni cardenal, aquél humilde religioso nacido en Fuentes Claras llegó a lo más alto que un aragonés puede aspirar: rector en la Universidad, canónigo en la Seo e inspirada voz de devoción por la Virgen del Pilar. Por todo ello, se merece un recuerdo.