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323. Joaquín Ibáñez de Jesús y María y la Virgen de los Navarros

La Tajadera (núm. 39-40), julio-agosto de 2022

En nuestra búsqueda de ilustres vecinos de Fuentes Claras hay otra figura ilustre que, como las anteriores, es apenas conocida. Y en esta ocasión, su principal aportación está muy ligada al pueblo que le vio nacer.

Hablamos de Joaquín Ibáñez Gassia, nacido en Fuentes Claras en septiembre de 1738. Era hermano menor de José (de quien hablábamos dos números atrás), ambos pertenecientes a la saga de hidalgos propietarios de la población. José, en calidad de primogénito, heredó la hacienda, y el resto de hermanos debieron escoger entre carrera militar o religiosa. Esta última fue la que escogió Joaquín, que ingresó en los Escolapios tomando el nombre religioso de Joaquín Ibáñez de Jesús y María.

Desde su ingreso en los Escolapios en 1755 se dedicó a la enseñanza, el principal fin de dicha comunidad. Ejerció en Aragón (aparte de un breve paréntesis en Madrid), desde 1779 fue rector de diversos colegios escolapios aragoneses hasta recalar en 1787 en el de Zaragoza y fue superior provincial de los escolapios de Aragón y Valencia (1794-1797). Falleció durante los sitios a los que fue sometida Zaragoza en la Guerra de Independencia, víctima de una epidemia durante el segundo asedio, en enero de 1809.

En paralelo a su labor docente, Joaquín Ibáñez destacó como orador y poeta. Publicó diversas obras literarias, en castellano y latín, todas ellas de temática religiosa. Una de ellas destaca por encima de todas: el Novenario para implorar el patrocinio de Maria Santisma... que baxo el titulo de Nra. Sra. de los Navarros se venera en el lugar de Fuentes Claras (1789). En la obra, editada en Zaragoza, Ibáñez dedica una Novena a la Virgen de su pueblo natal para alcanzar de Dios, por intercesión divina, alguna gracia en particular.

El autor prologa la obra con una introducción sobre los orígenes de la sagrada imagen, entremezclando realidad y tradición. Nos narra que la imagen estaba en una pequeña ermita, al lado de un prado coronado de árboles, junto al camino real de Valencia (actual carretera) y en las cercanías de una fuentecilla. Primero fue conocida como Virgen del Camino y después de la Fuente, seguramente por cercanía a dicha vía y la fuente, respectivamente. Luego nos cuenta que fue bautizada como Virgen de los Navarros gracias al hecho que protagonizaron dos navarros heridos después de una riña entre ellos y de la que se repusieron milagrosamente después de rogar ante la santa imagen sanar de sus heridas. Finalmente, añade que sería largo relacionar los milagros obrados por la sagrada imagen, pero que prefiere limitarse a reseñar el hecho que dio a la Virgen su nombre definitivo y que ha pervivido hasta hoy.

Al final de la obra, y como colofón, Ibáñez compuso unos Gozos a la Virgen de los Navarros que cuentan los hechos explicados y que empiezan tal que así:

«Pues de vuestra protección,
se cantan hechos bizarros;
Señora de los Navarros,
sed el timbre de Aragón.

Sed Reina de la piedad,
sed Madre de la merced,
pues dais agua a nuestra sed
nube de la Trinidad
sed por una eternidad
de vuestro pueblo el blasón.»

Joaquín Ibáñez fue un importante docente escolapio, orador y escritor en Aragón a finales del siglo XVIII. Pero su legado más importante fue la Novena y los Gozos inspirados en la Virgen de los Navarros de su pueblo natal, por los cuales aún se le recuerda y se le canta.