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305. La Ermita de San Bartolomé, el Teruel que se desvanece

Diario de Teruel, 25 de abril de 2022

Desde el pasado siglo el campo turolense ha sufrido un proceso de despoblación tan constante como persistente. Como consecuencia de ello, la vida y costumbres de los pueblos han sufrido un empobrecimiento y abandono progresivos que se ha visto reflejado no solo en habitáculos e infraestructuras básicas, sino también en elementos de marcado valor arquitectónico, histórico y cultural. La falta de mantenimiento y la pérdida de usos tradicionales han acarreado en muchos casos su progresiva degradación hasta el punto de ver su supervivencia seriamente amenazada, a pesar de la señalada importancia que antaño mantuvieron.

Dicho proceso está suponiendo una pérdida irreparable de referentes que trascienden generaciones y nos abocan al olvido total de nuestro pasado. Por fortuna surgen iniciativas colectivas o personales que, con mayor o menor éxito, pretenden preservar todo aquello que todavía alberga esperanzas de recuperación. Entre otras es de actualidad reciente la asociación Hispania Nostra (hispanianostra.org), muy destacable por su carácter pionero y longevidad, que desde 1976 aboga por la salvaguarda del patrimonio cultural y natural de nuestro país otorgándole un protagonismo añadido como factor de desarrollo social y económico, más allá de un mero papel museístico o arqueológico.

Uno de los instrumentos más conocidos de Hispania Nostra es su Lista Roja del Patrimonio, que relaciona todo tipo de elementos de valor patrimonial en riesgo de desaparición, y que hasta el momento lleva en su haber más de un millar de casos contabilizados. Dicho listado ha incorporado recientemente un elemento de la Comarca del Jiloca, el cual ejemplifica plenamente este proceso de crisis y abandono: la Ermita de San Bartolomé, pequeña construcción situada a las afueras de Villalba de los Morales, hoy pedanía de Caminreal. El edificio tiene sus orígenes en el siglo XV, dada su tipología gótico-mudéjar, que a su vez es una de las principales señas de identidad del patrimonio cultural y artístico turolense.

La Ermita es un ejemplo señalado de las construcciones populares de antaño y plasma sus características básicas, carentes de los recursos técnicos y materiales disponibles para levantar otros templos religiosos, pero surgidas gracias a la iniciativa y entusiasmo de sus impulsores anónimos. Ubicada en una leve elevación del terreno al lado de la carretera, la Ermita de San Bartolomé fue construida rústicamente en mampostería y cantería. Consta de una sola nave rectangular, orientada de oeste a este, dividida en cuatro tramos por arcos fajones y con cubierta a dos aguas de vigas de madera (ya hundida por el abandono) y con entrada por el costado norte en un modesto portal. En sendos extremos del edificio hay dos arcos apuntados ciegos, el elemento más característico de la Ermita: el arco de levante es fácilmente visible desde la carretera, mientras el de poniente prácticamente se reduce a escombros.

En su interior casi todo ha desaparecido, a causa del expolio del mobiliario y la amenaza de derrumbe que finalmente se ha consumado. Únicamente quedan dos pinturas de sendos leones sobre fondo negro en su cabecera, de significado desconocido. El autor de estas líneas todavía recuerda una placa de mármol decimonónica, conmemorativa de la visita de un alto dignatario posteriormente sustraída y de la cual desconocemos su paradero, al igual que el resto del mobiliario. También destacan sus contrafuertes, que le confieren una atípica apariencia trapezoidal y a su vez transmiten una poderosa sensación de fortaleza; tal como debió ser la fe de los que la construyeron. De ahí que el conjunto evoque un aire ascético, tosco y sin ornamentos; pero firme, a pesar de su actual apariencia ruinosa. En resumen: su morfología, aun de modestas dimensiones, convierten la Ermita en algo singular e inclasificable.

Aunque apenas nada sabemos de su historia, su existencia es indisociable de tradiciones populares seculares. Es el caso de la Romería de San Bartolomé, celebrada el segundo domingo de mayo por la Cofradía de la Sangre de Cristo del pueblo vecino de Fuentes Claras. Sus cofrades parten de la Ermita de San Salvador y procesionan hasta Villalba, donde son recibidos por los vecinos. Dicha tradición, documentada desde 1674, precisamente debe su nombre a la ermita en donde finalizaba su recorrido y es reflejo del vínculo entre Villalba y Fuentes Claras. Sin embargo, el deterioro del edificio provocó que la Romería cambiara su paso final aun sin cambiar el nombre de la Romería y manteniendo el original de la Ermita donde finalizara durante años.

La inclusión en la Lista Roja del Patrimonio de la Ermita de San Bartolomé es otra señal de alerta más para la ciudadanía y autoridades sobre el estado de conservación de tantos elementos de nuestro paisaje, tan típicos como valiosos, y de la necesidad de reivindicarlos por su elevado valor antropológico y social. La Ermita es otro caso más del abandono sufrido por nuestro patrimonio a causa de la despoblación y el olvido: con su ruina desaparece una visión particular del mundo, se desvanece un legado emocional y se disuelve el vínculo atávico con nuestros ancestros. Afortunadamente, aún quedan valedores de la arquitectura popular turolense que pugnan por evitar su desaparición y darle nuevos usos que conjuguen presente y pasado, memoria y pragmatismo, mirando hacia el futuro.