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302. El Aragón que se resiste a morir

El Periódico de Aragón, 28 de marzo de 2022

La despoblación ha provocado el abandono de elementos de valor histórico

La ermita es un ejemplo más de la arquitectura mudéjar de tierras turolenses

Hispania Nostra considera que el patrimonio puede ser factor de desarrollo

La despoblación del campo aragonés durante las últimas décadas ha tenido como consecuencia una acusada falta de mantenimiento y el abandono de numerosos elementos de valor arquitectónico, histórico y cultural en los pueblos de Aragón. Su abandono y degradación termina en muchos casos con su desaparición, un hecho que está causando una pérdida irreparable de referentes tanto culturales como patrimoniales.

La lista sería interminable, pero en la Comarca del Jiloca tenemos un ejemplo con la Ermita de San Bartolomé, elemento arquitectónico de reciente actualidad por su reciente entrada en la Lista Roja del Patrimonio de la asociación Hispania Nostra (hispanianostra.org), asociación sin ánimo de lucro fundada en 1976 que batalla por defender y poner en valor el patrimonio cultural y natural. Hispania Nostra considera que el patrimonio puede ser factor decisivo de desarrollo social y económico, más allá de un papel decorativo o museizante, y su Lista Roja, que ya cuenta con más de un millar de elementos en riesgo de desaparición, es referencia fundamental en la materia.

Gótico-Mudéjar
La Ermita de San Bartolomé se encuentra a las afueras de la localidad de Villalba de los Morales, actual pedanía de Caminreal. Es fácilmente localizable justo a las afueras de Villalba junto a la carretera de entrada a la población, saliendo de ésta en dirección a Caminreal o Fuentes Claras a mano derecha. Se desconoce cuándo fue erigida, pero dada su tipología arquitectónica gótico-mudéjar probablemente fue construida en el siglo XV. El estilo mudéjar, propio de los musulmanes que siguieron viviendo en tierras aragonesas después de la conquista cristiana del Siglo XII, es una de las principales señas de identidad del patrimonio cultural y artístico turolense, del cual este edificio es un ejemplo modesto pero peculiar por su singular morfología.

El edificio es de planta rectangular, orientado de oeste a este y de dimensiones más bien modestas. Se compone de una sola nave cuya cabeza está orientada hacia el este, dividida en cuatro tramos mediante arcos perpiaños, todo ello realizado en mampostería y cantería. Estaba cubierto con un tejado de vigas de madera a dos aguas, que por desgracia se derrumbó por el abandono sufrido, y tiene la entrada por el costado norte, por un modesto portal de medio punto. En los muros de los extremos hay sendos arcos fajones apuntados cegados, el elemento más característico de la Ermita. Erigida en un alto del terreno es fácilmente visible el arco este desde la carretera, mientras el oeste prácticamente ha desaparecido.

Expolio
Por desgracia, en su interior no queda prácticamente nada por salvar. El mobiliario ha desaparecido, salvado ante la amenaza de derrumbe (como así ha sido) y el expolio posterior. Tampoco se conserva decoración alguna, y solo persisten en el muro oeste dos enigmáticas pinturas de sendos leones sobre fondo negro de significado desconocido. El que escribe estas líneas recuerda haber visto en sus muros una placa de mármol conmemorativa de la visita de un alto dignatario en el siglo XIX, tal vez un obispo o un cardenal, que fue retirada (para preservarla o por simple expolio) y de la cual desconocemos su paradero, como el resto del mobiliario. Al lado del edificio se encuentran un conjunto de edificaciones complementarias del edificio religioso en tiempos, que se hallan igualmente en un estado deplorable.

La Ermita es un ejemplo más de la arquitectura mudéjar de tierras turolenses. Ejemplifica perfectamente el carácter de las construcciones populares, edificadas sin los medios económicos y materiales con los que fueron construidos los templos parroquiales, asimismo levantados por el entusiasmo y devoción religiosa de la población. Todo ello da al conjunto un aspecto exterior recio, ascético y sin barroquismos, pero de vigorosa presencia gracias al uso de la mampostería tradicional. Destacan sobre todo sus contrafuertes, que dispuestos a lo largo del edificio sugieren un falso aspecto trapezoidal al conjunto, volumetría atípica en este tipo de construcciones, que parece sugerir que el edificio hunde firmemente sus raíces en el subsuelo, como la fe de quienes la construyeron.

Llamada de atención
Además, la Ermita nos retrotrae al nacimiento de una de las tradiciones más antiguas de la comarca: la Romería de San Bartolomé, cuyas referencias más antiguas se remontan a 1674. Se celebra el segundo domingo de mayo, organizada por la Cofradía de la Sangre de Cristo, del pueblo vecino de Fuentes Claras. Los cofrades salen desde la Ermita de San Salvador de dicho pueblo y van en procesión hasta Villalba, donde son recibidos por los vecinos. La procesión aún conserva el primitivo nombre, proveniente de la Ermita, y plasma el vínculo atávico entre Villalba y Fuentes Claras. Por desgracia, la degradación del edificio hizo que la tradición cambiase su recorrido final y que se olvidara el motivo de su nombre.

Como otros ejemplos de la arquitectura popular aragonesa, la Ermita de San Bartolomé se encuentra al borde de la ruina total y su inclusión en la Lista Roja del Patrimonio de Hispania Nostra es una llamada de atención a usuarios y administraciones acerca del peligro que se cierne sobre tantos elementos característicos de nuestro paisaje tradicional. Es un ejemplo más de la desaparición irreversible de un legado patrimonial que se lleva consigo una manera de entender el mundo, un legado emocional, unos ancestros y una historia que hunde sus raíces en tierra turolense. Como los vigorosos contrafuertes de la Ermita de San Bartolomé, que todavía se resisten a desaparecer.