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293. Margarita Miranda. Pionera mallorquina del deporte español

Diario de Mallorca, 30 de enero de 2022

Suplemento dominical La Almudaina, núm. 1044

Rompió las barreras de un mundo masculino con carisma y decisión al acceder a la junta directiva del Atlético Baleares, club referente de obreros y trabajadores

Gracias a su talante, firme pero conciliador, logró congeniar con todas las sensibilidades

Hasta fechas recientes el deporte profesional español ha sido marcadamente masculino en todas sus líneas, salvo contadísimas excepciones. Y el fútbol, como deporte más popular, ha sido un baremo más preciso para medir el papel de la mujer en el ámbito deportivo. Así, en los años 70 del pasado siglo aún quedaba mucho por hacer. Ya hubo algunos movimientos: hacia 1971 el fútbol femenino daba sus primeros pasos en Mallorca, surgieron las primeras figuras y equipos. Aunque fue algo efímero, sería un gran paso para las que vendrían después.

Gradualmente la mujer accedía a la esfera deportiva. Pero en otras facetas seguía ausente: los ámbitos de dirección y de gestión del deporte seguían exclusivamente en manos masculinas. Sin embargo, en Mallorca encontramos una notabilísima excepción. Se trata de Margarita Miranda Bordoy (Barcelona, 1919 – Palma, 1979), pionera tan influyente como respetada en su tiempo, cuya figura logró traspasar la infranqueable barrera de género en el deporte.

Miranda era mujer del médico y cirujano Vicente García Peñaranda (1893-1967), quien fundó en Palma con su hermano Virgilio la Clínica Hermanos Peñaranda, popular centro sanitario de la ciudad activo hasta la muerte de ambos. Además de su actividad sanitaria, los Peñaranda desempeñaron un activo papel cultural y fueron muy populares las tertulias celebradas en su Clínica. Por añadidura, fueron patentes sus vínculos con los colectivos más humildes al colaborar con entidades obreras durante los años 20 y 30. A raíz del golpe de estado de 1936 fueron represaliados, pero su amplia red de contactos les salvó y acabada la Guerra Civil su centro sanitario continuó abierto, convirtiéndose en referencia para los más humildes. Allí se atendía con frecuencia a enfermos que, por falta de medios, no hubieran recibido la atención médica necesaria. Port tanto, los Peñaranda fueron referencia para los colectivos más necesitados; y después de la guerra, también para los perdedores.

Como esposa de Vicente García Peñaranda, Margarita Miranda presenció en primera fila este mundo. Desde allí se empapó de una realidad social sobre la cual formarse, madurar y crecer para el futuro. Lo hizo inicialmente en un segundo plano, pero las circunstancias le permitieron volar por sí sola: en 1967 enviudó, y debido a la diferencia de edad existente (Vicente murió con 74 años, ella tenía 48 y no tenían hijos) ella se encontró en plenitud de condiciones para volar por sí sola y dar rienda suelta a sus inquietudes. Miranda era una avanzada a su tiempo, practicaba varios deportes (le venía de familia: un tío suyo, Joan Bordoy, fue portero del CE Europa de Barcelona y finalista de la Copa del Rey de fútbol en 1923) y era muy aficionada al fútbol, especialmente al Atlético Baleares, el equipo de su vida.

El club blanquiazul, fundado en 1920 como Baleares FC, mantenía una acérrima rivalidad con el RCD Mallorca, nacido poco antes, en 1916. Rivalidad marcada por un fuerte componente social y sus orígenes respectivos: mientras los mallorquinistas nacieron con el empuje de sectores sociales privilegiados (su nombre original era Real Sociedad Alfonso XIII FC), los balearicos fueron levantados por obreros y trabajadores. Ello dio a los blanquiazules un fuerte componente de club humilde y superviviente, en cierto modo de resistencia ante los mallorquinistas, rival superior en medios y enemigo a batir más allá del plano deportivo.

En el entorno del At. Baleares los García Peñaranda eran conocidos y respetados, pues entre su masa social se encontraban muchos pacientes suyos gracias a su compromiso social; pero no llegaron a participar en la gestión del club. En cambio, Miranda decidió dar el paso después de enviudar. Entre bastidores fue labrándose un renombre, y a mediados de 1970 dio un primer paso, con éxito: fue escogida presidenta de la Procampo, comunidad de propietarios que administraba el Estadi Balear, terreno de juego del At. Baleares. Desde entonces renovó dicho cargo anualmente y su ascendencia fue incrementándose en la afición blanquiazul.

Su talante, firme pero conciliador, logró congeniar con todas las sensibilidades. Los malos resultados deportivos (después de descender de Segunda División en 1963 el club transitaba por Tercera División, sin pena ni gloria) y una situación económica cada vez peor empeoraban año tras año la situación de una entidad cada vez más errática institucionalmente. Las aportaciones económicas de Miranda fueron regulares cuando más las necesitaba el club, y en ocasiones fueron las de mayor cuantía.

En 1974 Miranda dio otro paso: consiguió entrar en la junta directiva del club, siendo la primera mujer en lograrlo. Se encargó de un área en apariencia menor: encargada de relaciones públicas. Sin embargo el cargo le sirvió ser la cara visible del club, proyectar su figura y potenciar sus dotes de persuasión y liderazgo. Permaneció hasta 1976, cuando la situación institucional del club era caótica y sus aportaciones (casi siempre a fondo perdido) amenazaban con arruinarla.

Entonces el club blanquiazul tenía como presidente a Jeroni Petro; pero dada la situación, extremadamente frágil y convulsa, cualquier candidatura organizada y solvente podía provocar un vuelco en la presidencia. Rumores y nombres se sucedieron aquellos años para la presidencia... hasta que en 1977 el nombre de Miranda empezó a sonar como futurible. Algo insólito en una sociedad enteramente masculina en todas sus líneas, donde la mujer solo participaba como aficionada pasiva, comparsa o acompañante del hombre. A principios de los años 70, con el primer surgir del fútbol femenino en Mallorca, el Estadi Balear había acogido varios partidos; pero ni así el At. Baleares tuvo equipo femenino.

En mayo de 1978 la prensa daba por hecha la candidatura de Margarita Miranda a la presidencia del Atlético Baleares. Según los rumores, varios miembros de la junta directiva vigente le darían su apoyo y ella estaba dispuesta a aceptar el reto; pero faltaba confirmar los apoyos en el plano económico para que fuese viable. Por fin, Miranda dio el paso e hizo pública su candidatura. El camino a la presidencia parecía despejado; nadie más, en aquel momento, igualaba la capacidad de consenso, convicción y prestigio que atesoraba Miranda. Una mujer presidiría un club tradicionalmente masculino; la barrera de género estaba a punto de caer.

La fecha señalada era el 23 de mayo de 1978. Entonces tendría lugar la asamblea de socios del club blanquiazul en la que se presentarían las candidaturas a la presidencia. A contrarreloj siguieron los contactos para conformar la candidatura en torno a Margarita Miranda y culminar el vuelco que encumbraría, por primera vez, a una mujer como presidenta de un club de fútbol en España. Pero pese a las expectativas creadas y el consenso en torno a la idoneidad de su figura, no pudo ser: los apoyos que inicialmente iba a recibir, especialmente los económicos, no se materializaron. Miranda vio que no era posible formar un equipo comprometido, solvente y acorde con sus exigencias. Y decidió renunciar a la candidatura, pese a que el camino a la elección parecía expedito.

No obstante, su figura siguió siendo un referente para los blanquiazules y permaneció como presidenta indiscutible de la Procampo hasta su muerte. Además, por sus esfuerzos recibió dos homenajes de la afición en el Estadi Balear (1976 y 1978), coincidiendo con sendos derbis entre el At. Baleares y el RCD Mallorca, cuando ambos competían en Tercera División. Y es más las distinciones recibidas no fueron solo de su club, sino también del eterno rival, el RCD Mallorca, y de la Federación Balear de Fútbol. Su buen hacer y su deportividad iba más allá de colores y rivalidades.

Todavía tuvo tiempo de participar en un proceso que pudo ser crucial: a finales de los 70 formó parte de la comisión que estudió la fusión entre At. Baleares y RCD Mallorca. Entonces ambos clubes padecían difíciles circunstancias que podían acabar con su desaparición, así que se estudió la posibilidad de fusión para sobrevivir. Dicha comisión la integraban diez personas, cinco de cada club. Solo había una mujer: Margarita Miranda.

Sin embargo, no hubo tiempo para más. El 8 de julio de 1979, con apenas 60 años de edad, Margarita Miranda fallecía víctima de una enfermedad fulminante. Es posible que, de no haber desaparecido tan joven, hubiese intentado abordar de nuevo la presidencia del club blanquiazul y quién sabe si hubiera continuado su carrera optando a metas más ambiciosas. Llegar hasta donde llegó supuso romper barreras entonces insalvables para la mujer con tenacidad, carisma y decisión, virtudes entonces consideradas como exclusivas del hombre en el plano público.

Miranda pudo ser un referente para la mujer en el mundo deportivo español, y de hecho lo fue en Mallorca durante los años 70. Es difícil saber cuál pudo ser su techo, pero su prematura muerte cortó de raíz sus aspiraciones a cotas más altas. No tuvo tiempo para más.