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286. Las pesqueras de Fuentes Claras

La Tajadera (núm. 31), noviembre-diciembre de 2021

La comarca del Jiloca se ubica en un espacio que alterna el paisaje montañoso, jalonado por multitud de cerros y promontorios, con los fondos de valles formados por los ríos Jiloca y Pancrudo. En concreto, la cuenca del Jiloca se extiende a lo largo de un cauce de 126 kilómetros, de Cella a Calatayud, y casi 2.600 km2 de extensión. Desde los primeros pobladores, en época íbero-romana, el curso del Jiloca fue trabajado para el riego a través de prados, acequias y regadíos. En la Edad Media se añadió la energía hidráulica, mediante molinos y batanes. En siglos posteriores nacieron pequeñas industrias que aprovecharon su caudal como energía hidráulica y, llegado el siglo XX, para generar energía eléctrica (hoy, en su mayoría, en lamentable estado de abandono).

Por tanto, alrededor del Jiloca nacieron gran parte de los pueblos de la comarca, se desarrolló su agricultura (azafrán, borraja, etc.), arquitectura (lavaderos, molinos, batanes o aljibes) e ingeniería (acequias, acueductos, puentes o tajaderas), así como usos y costumbres populares derivados de su curso, siempre fértil, caudaloso y omnipresente en la comarca a la que da nombre.

En Fuentes Claras el Jiloca mantiene una presencia muy acusada, hasta el punto de haber dado lugar a un fenómeno hidrográfico único. Se trata de las pesqueras, pequeñas fuentes de agua caseras ubicadas a ras de tierra, conectadas de manera natural a las numerosas corrientes freáticas (es decir, cursos de agua) que surcan la población, alternando su curso en el subsuelo y en superficie. Las pesqueras se encuentran en casas particulares y antaño servían para proveer de agua de manera natural. También servían para complementar la alimentación, pues en ellas quedaban atrapados pececillos de agua dulce que hasta allí llegaban, pudiendo pescarse sin mayores dificultades.

El término “pesqueras” se ha usado en otros lugares, pero con diferente significado. Antaño existían a lo largo del río Ebro y servían para conservar fresco el pescado dulce que luego se vendía en mercados.

En Fuentes Claras son habituales en zonas más próximas a alguna de dichas corrientes fluviales secundarias. Especialmente en el barrio de San Ramón, ubicado justo encima del río Lavador, pequeño curso que nace en los Ojos (manantiales) del Prado y que desemboca en el Jiloca. Pero también las encontramos diseminadas por el resto del pueblo gracias a otras corrientes subterráneas del subsuelo. Gracias a las pesqueras muchos hogares del pueblo disfrutaron durante siglos de agua potable de manera natural.

Luego, al crearse la red de agua potable las pesqueras cayeron en desuso y bastantes desaparecieron, al verlas como carentes de valor. Pero otras han sobrevivido e incluso han sido restauradas, especialmente las ubicadas en patios interiores y lugares al aire libre, al seguir siendo útiles para regar.

Las pesqueras son un elemento más de la arquitectura del agua propia de la Comarca del Jiloca. Son un fenómeno específico de Fuentes Claras gracias a las peculiares características de su subsuelo, abundante en agua y poblado de balsas, humedales y manantiales naturales. Esto se traduce en un fenómeno hidrográfico natural, único e irrepetible; pero invisible a primera vista, al encontrarse en casas o patios particulares y no valorarse hasta fechas recientes.

A pesar de todo ninguna pesquera es visitable hoy en día, a pesar de su innegable atractivo como patrimonio local ligado a la arquitectura del agua.