Última Hora, 8 de septiembre de 2021
En 1921 Tirador era el velódromo más prestigioso de España y ahora se encuentra atrapado por la burocracia, el abandono y la okupación
Hoy vive un nuevo confinamiento y tal vez muera por abandono e ineficacia
El deporte es denominador común de nuestra sociedad y cada vez tiene
un peso mayor en nuestras vidas. Por eso, los vestigios que va dejando
su paso a lo largo de décadas son referencia y exponente de un
fenómeno social que se desarrolla, evoluciona y se transforma, pero en
absoluto residual o prescindible. Hasta finales del siglo pasado
España mantuvo un retraso manifiesto en cuanto a práctica, resultados
e infraestructuras respecto de Europa (los Juegos Olímpicos de
Barcelona ’92 fueron clave para revertir la situación). Por ello son
escasas las instalaciones deportivas representativas de un proceso
histórico y sociológico que abarca más de un siglo y en el que el
deporte surge y penetra en nuestra sociedad para quedarse
definitivamente.
Varios son los ejemplos más destacables. Ahí están los trinquetes
Pelayo (Valencia, 1868) y Gros (San Sebastián, 1884); el Frontón
Beti-Jai (Madrid, 1894); el Autódromo de Terramar (Sitges, 1923) y el
Estadi Olímpic Lluís Companys (Barcelona, 1929), solo por relacionar
los casos más destacables. Todos ellos monumentales reliquias
referentes en su tiempo que en algún momento pudieron ser demolidas y
desaparecer, fruto del desconocimiento, el abandono y el olvido. Hoy
son elementos patrimoniales de referencia que documentan e ilustran la
trascendencia histórica del deporte, como testimonio de una época y
una sociedad de la que somos herederos y descendientes.
Las administraciones no suelen ser sensibles al patrimonio ni la
conservación. En ocasiones la iniciativa privada es sensible al
patrimonio, como el caso del frontón Pelayo (reconvertido en
gastrobar) o el Autódromo de Terramar (en proceso de rehabilitación),
acometiendo procesos que combinan usos modernos y tradición. En otras
ocasiones los estudios de arquitectura son los que marcan la pauta con
proyectos que combinan modernidad y preservación (por ejemplo, el
proyecto de los arquitectos Correa, Milà, Margarit i Buxadé hizo
viable salvar el ruinoso Estadi Olímpic de Barcelona, en lugar de
abordar su derribo en los años 80).
Pero no siempre es así.
Frecuentemente ha de ser el ciudadano de a pie
quien con pocos recursos pero mucha tenacidad pelee recuperar lo que
el olvido y la desidia borra de nuestra historia, pacientemente y
superando barreras a priori insalvables. Un caso muy destacable es la
plataforma ciudadana “Salvemos el Frontón Beti-Jai”, que creada en
Madrid en 2009 consiguió salvar el frontón homónimo, entonces en manos
privadas, que sería derribado para construir un hotel. Peleándolo
obstinadamente durante años lograron que el edificio fuese catalogado
y adquirido por el Ayuntamiento de Madrid; una década después, el
Beti-Jai luce rehabilitado y espera volver a acoger partidos de pelota
como cien años atrás. No obstante, otros elementos siguen olvidados o
ruinosos por falta de manos suficientes dispuestas a batallar por
ellos, perseverar y sin ninguna garantía de éxito al final del camino.
En Palma hay otro elemento que añadir a la relación citada y de
similar valor: el Velódromo de Tirador (1903). Así, Palma se encuentra
entre las ciudades de referencia que vieron nacer y desarrollarse uno
de los elementos deportivos de referencia del Estado, a la altura de
Barcelona, Valencia o Madrid. Tirador fue sede y catalizador del
avance social a través del deporte y constituye una de las joyas más
representativas del patrimonio deportivo español.
Pero hoy, a diferencia del resto de elementos, Tirador no se ha
rehabilitado ni está en vías de recuperación. Ya está catalogado; un
primer paso, imprescindible. Es municipal desde 2015 y se proyectó su
conversión en zona verde manteniendo su estructura; otro paso en la
dirección correcta. Pero languidece desde su expropiación: fue okupado
en 2018, el mantenimiento es inexistente, se encuentra lleno de
basuras (foco de infecciones) y malas hierbas (riesgo de incendio).
Cualquier día llegará la noticia de que deba ser apuntalado por
amenaza de ruina, y quizá derribado.
En 1921 Tirador era el velódromo más prestigioso de España y un año
más volvería a acoger las pruebas del Campeonato de España. Sin
embargo, llegó la debacle. El 2 de octubre se corrió el campeonato de
medio fondo y una serie de disputas y malentendidos durante la prueba
desencadenaron las hostilidades: Tirador fue descalificado hasta 1925.
Confinado
El mejor velódromo de España permaneció confinado cuatro años en medio
de disputas, envidias, malentendidos y los principales perjudicados
fueron deportistas y aficionados; en fin, la ciudadanía.
Cien años después la situación es similar. Tirador se encuentra
atrapado por la burocracia, la ineficacia y la okupación. Un caso de
patrimonio que, por muy público que sea y catalogado que esté, agoniza
por la lentitud en los procesos, inoperancia en la ejecución y
burocratización de los trámites. Costó mucho concienciar de su valor,
difundir su existencia (muchos pensaban que había desaparecido),
divulgar su valía como elemento singular y su relevancia como templo
del ciclismo en España y Europa para que todo acabara así.
Hace un siglo Tirador logró recuperarse. Hoy, redescubierto,
revalorizado y con todo a favor, vive un nuevo confinamiento y tal vez
muera por abandono, okupación, parálisis administrativa e ineficacia,
pandemia tan letal como la COVID-19 y para la que carecemos de vacuna.
A veces lo que ha recuperado la ciudadanía languidece después, en
manos de sus teóricos protectores. ¿Vale la pena proseguir?