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269. La Copa Uruguay de fútbol en Baleares. Un torneo olvidado

Cuadernos de Fútbol (núm. 131), 1 de mayo de 2021

El 15 de mayo de 1957 la prensa publicaba una entrevista a Juan Ginart, entonces secretario de la Federación Balear de Fútbol. En ésta se daba noticia de la preparación de un nuevo torneo, que sería disputado a finales de la temporada en curso, la 1956-57. Se preveía la participación de los principales clubes de Mallorca, que entonces competían en Tercera División, y de su reglamentación se deducía que alcanzaría una duración significativa, como así fue.

Pero lo más llamativo de la competición era su nombre y exótica procedencia. Hasta entonces las competiciones oficiales llevaban un nombre alusivo a la división a la cual pertenecían (Primera, Segunda o Tercera Regional…), al territorio (Liga Mallorca) o al máximo cargo federativo (Copa Presidente de la Federación). En esta ocasión su nombre oficial era Trofeo Agrupación Uruguaya de Fútbol, popularmente conocida como Copa Uruguay. ¿Qué motivó que el diminuto país sudamericano diese nombre a una competición de nuevo cuño?

Precedentes

El vicecónsul Riego Rico Pena
El primer protagonista de esta historia es el vicecónsul honorario de la República Oriental del Uruguay en las Islas Baleares, Riego Rico Pena. Nacido en Montevideo en 1901 y con raíces familiares en Mallorca, el cargo más relevante en su país fue como intendente general de la Administración General de las Usinas Eléctricas y Teléfonos del Estado (UTE), o sea, la principal compañía de producción y suministro eléctrico del Uruguay. Después de su paso por la UTE ejerció su cargo como agente consular entre 1954 y 1956, un bienio particularmente fructífero para el tema que nos ocupa.

Rico Pena tomó posesión el 17 de marzo de 1954. Hay que precisar que no era vicecónsul general (cargo diplomático oficial, vinculado a su embajada y con potestad para trámites burocráticos) sino honorario. Por tanto su tarea se limitó a estrechar comerciales, asuntos sociales y culturales, llevando a cabo actividades relacionadas con su cargo.

Entre sus actividades tuvo especial repercusión la fabricación de una placa para rotular el entonces llamado Camino de Ronda Sur de Palma como Paseo del Uruguay. Dicha placa, de mármol blanco y que llevaba fundidos en bronce los escudos de Uruguay y Palma, fue costeada por Rico Pena de su propio bolsillo. Fue descubierta solemnemente el 20 de enero de 1955 por el alcalde, Joan Massanet Moragues (1888-1974), y el cónsul honorario del Uruguay, Andreu Jaume Rovira (1912-2005). Así nació el Paseo del Uruguay, que dio nombre a uno de los lugares más representativos de la ciudad. Más adelante la placa fue retirada como consecuencia de una reforma urbanística posterior, y después el paseo cambió de denominación al construirse el actual Parc de la Mar. Desde 1991 existe otra calle del Uruguay, muy alejada de la vía original y de carácter más anodino.

Para corresponder los honores, la municipalidad de Montevideo acordó bautizar con el nombre de Palma una calle en el barrio de Carrasco de la capital uruguaya. Con tal motivo, el alcalde palmesano entregó a Rico Pena otra placa que llevaría en uno de sus viajes al Uruguay. Desconocemos si dicha calle se bautizó y si la placa llegó a colocarse; aunque sí fue bautizada con el nombre de Mallorca (la isla, no la ciudad) una calle en el barrio de Malvín Norte, no muy lejos de Carrasco, y que existe actualmente.

Rico Pena llevó a cabo otras iniciativas de hermanamiento social y cultural como gestionar el viaje al Uruguay de la compañía de teatro regional Artis y la agrupación folklórica Brot de Taronger, o llevar a Mallorca una reproducción de la escultura El Emigrante, ofrenda de los emigrantes mallorquines en el país sudamericano. Actividades propias de su cargo, particularmente intensas y reconocidas en su momento, hasta el punto de que fue reconocido en Baleares como un “destacado intelectual”, escritor y pintor. Incluso su nombre sonó para que le fuese concedida la Medalla de la Ciudad de Palma y la Encomienda de Isabel la Católica, aunque no recibiría ninguno de dichos honores.

Entrando de lleno en el plano futbolístico, en uno de sus viajes al Uruguay el diplomático llevó, entre otros presentes, trofeos de clubes deportivos. Uno de los destinatarios fue la Asociación Uruguaya de Football, es decir, el ente futbolístico oficial del país sudamericano. Como es lógico, éstos correspondieron con otro obsequio que el vicecónsul, a su vuelta a Palma, entregó a la Federación Balear de Fútbol; este trofeo fue el germen de la futura Copa Uruguay.

El 3 de mayo de 1956 Rico Pena cesó en su cargo, después de apenas dos años de actividad como diplomático. Pero el trabajo ya estaba hecho.

Torneo atípico
La Copa Uruguay no fue tratada como un trofeo más de los muchos que entonces ponían en juego los clubes (algunos de tamaño descomunal, pese a su poca trascendencia), donación de empresas (sobre todo de licores), bares, organismos o particulares de todo pelaje, con una evidente finalidad publicitaria. Se disputaban a uno o dos partidos (tres, a lo sumo), de manera circunstancial, sin regularidad alguna y sin más intención que rellenar huecos en el calendario, conmemorar algún hecho puntual o simplemente mantener la forma. Y el trofeo pasaba a manos del club ganador, sin más.

Este no fue el caso. El trofeo traído por Rico Pena desde Montevideo fue adoptado por la propia Federación, que planeó un torneo a disputar por varios equipos y no cualesquiera: los mejores y más potentes de Mallorca. Además, su disputa iba a alargarse durante varias ediciones y no era posible saber durante cuánto tiempo iba a durar, porque para obtener la copa en propiedad sería necesario ganar tres ediciones consecutivas o cinco alternas.

Es decir, la Copa Uruguay tendría todos los ingredientes de una competición oficial y su consecución iba a ser tan laboriosa como la de un título de primer orden, algo comprensible en torneos de primerísima línea pero atípico e incluso contraproducente en una copa de estas características, pues requeriría años de dedicación para obtenerlo. Además no ofrecía ningún aliciente añadido al de cualquier otro mini-trofeo a doble partido, así que se corría el riesgo de alargar agónicamente la disputa e incluso suspenderla por falta de fechas, participantes o interés del aficionado. Sin embargo, no fue así.

Temporadas

[...]

Conclusiones

El Trofeo Agrupación Uruguaya de Fútbol (Copa Uruguay) nació y concluyó como una de las competiciones territoriales más populares en Baleares durante los años 50 y 60, a pesar de que su disputa no suponía grandes beneficios deportivos ni económicos (si exceptuamos las taquillas), promoción o ascenso a categoría superior o clasificación para participar en competiciones de mayor calado. Pese a altibajos e incidentes durante su disputa logró concluir según las bases estipuladas en sus inicios hasta que la copa fue adjudicada. Y todo ello a pesar de que la copa materialmente no tenía nada de preciado ni extraordinario, pues era como muchas otras que se fabricaban como trofeos deportivos.

Aún es un misterio por qué la copa obtuvo tanta atención por parte de las altas esferas federativas, a diferencia de los muchos trofeos que se disputaban cada temporada a uno o dos partidos. Una explicación plausible puede ser los vínculos existentes entre la comunidad balear residente en la república uruguaya y su tierra de origen, aunque la emigración balear en Latinoamérica fue numéricamente más intensa hacia otros países como Cuba, Puerto Rico o Argentina primero, y Venezuela después. La comunidad balear en Uruguay no era tan numerosa como en otros países; pero debía estar mejor organizada, hasta el punto de influir para dar nombre a un torneo deportivo de carácter anual. Una estrategia que fue un éxito total, pues nada mejor que dar nombre a un torneo de fútbol para dar a conocer los lazos entre Uruguay y Baleares.

También es un factor a tener en cuenta el papel que el fútbol ha tenido tradicionalmente en la república uruguaya y que condujo a buscar visibilidad a través del ámbito deportivo, en detrimento de otros canales de índole social y cultural. En 1957, cuando empezó el torneo, Uruguay era una potencia futbolística de primer orden a nivel de selecciones: dos olimpiadas (1924 y 1928), dos mundiales (1930 y 1950) y nueve ediciones de la Copa América. Entonces nadie más en el mundo podía presumir de tal palmarés y su prestigio era comparable al que actualmente tienen selecciones como Alemania, Italia, Argentina o Brasil.

La competición discurrió por tres grandes etapas:

Torneo mallorquín de final de temporada (ediciones I-IV, 1956-60)
La copa nació inicialmente para los grandes clubes de Mallorca, entonces en cierta igualdad de condiciones porque todos competían en la Tercera División y la ausencia de grandes diferencias entre ellos favoreció su participación. Gradualmente, el ascenso a categorías superiores de varios de ellos supuso que éstos enviaran a jugar a sus reservas o juveniles, o directamente renunciaban —por ejemplo, el RCD Mallorca solo participó en las dos primeras ediciones hasta que logró ascender a Segunda—. Gradualmente, el torneo fue perdiendo su aliciente inicial de competición para los equipos más fuertes. Además, su disputa a finales de temporada tampoco lo favoreció, al coincidir con la fase decisiva de la competición en la que se decidían los ascensos de categoría.

Torneo mallorquín en crisis (ediciones V-VI, 1960-62)
Durante dos temporadas el torneo pasó de jugarse por todos los equipos de Tercera a solo unos pocos. Además padeció la crisis del fútbol mallorquín causada por al ascenso de varios clubes a categorías superiores y la deserción en masa del aficionado del fútbol modesto. La Copa Uruguay no fue la excepción y durante estos años vivió sus peores momentos años con participaciones mínimas por los mismos motivos que llevaron a una reducción drástica del fútbol regional y a bastantes clubes a cesar su actividad. Todo daba a entender que el torneo desaparecería a corto plazo.

Torneo balear de pretemporada (ediciones VII-XII, 1962-68)
En 1962 cambió las fechas de disputa y fue reubicado a principios de temporada a modo de preparatorio para la temporada oficial. Fue un pleno acierto, pues el aumento de participantes fue lento pero constante año tras año. Además se reconvirtió en torneo interislas al incorporar equipos ibicencos ese año y menorquines desde 1964, siendo de hecho una réplica de la Tercera División que se disputaba justo después con casi los mismos equipos. Desde entonces la participación fue en aumento, aunque nunca logró igualar la obtenida en sus primeros años. Por otro lado no consiguió llamar la atención de los equipos de categorías superiores y abandonó definitivamente su naturaleza original, reciclado en torneo de “clase media”. Así se mantuvo esta estructura hasta su resolución final en 1968.

Finalización
Después de adjudicarse la copa ninguna otra competición similar tomó el relevo. En la temporada 1968-69 las fechas de disputa de la Copa Uruguay fueron ocupadas por divisiones regionales de la competición oficial balear, que desde entonces empezó a jugarse a principios de septiembre. Era un momento de plena recuperación y crecimiento de la competición territorial, que se expandía en fechas y categorías, y que cada vez dejaba menos espacio para otros torneos.

Paralelamente, en la misma temporada 1968-69 el fútbol español abordó la reestructuración de la Tercera División. En ésta desapareció el grupo balear, que entonces oscilaba entre 8-10 equipos, y los equipos pasaron a jugar en otro de 20 participantes junto a catalanes y valencianos. El aumento de equipos trajo aparejado el de fechas, dificultando sumamente la disputa de cualquier otra competición.

Por tanto, de no haber sido adjudicada en 1968 la Copa Uruguay hubiese tenido serios problemas para seguir adelante por falta de fechas en el calendario. Los torneos externos a las divisiones del fútbol federado tenían cada vez más dificultades para hallar su espacio, arrinconados por un calendario oficial que aumentaba de manera imparable. Ni siquiera el carácter consolidado de la Copa Uruguay como torneo de pretemporada lo hubiese salvado y su continuidad hubiese sido inviable de no haber sido adjudicada a tiempo. La alternativa hubiese sido reconvertirla en un mini-torneo veraniego, reducir sus participantes o disputarla entre semana, devaluándose y firmando su sentencia de muerte.

La fortuna quiso que concluyese justo antes de la amplia reestructuración del fútbol territorial y nacional, que pudiera acabar haciendo de ella una competición ínfima y que la llevase a languidecer hasta desaparecer por falta de utilidad e interés.

Epílogo
Después de su adjudicación, la Copa Uruguay fue colocada en las vitrinas del club ganador, el CD Atlético Baleares, en sus instalaciones del Estadi Balear. Con el paso del tiempo, y como suele suceder en el mundo del fútbol, los triunfos se olvidan y dejan de tener valor; solo cuenta el presente y el próximo partido. Pronto la copa pasó a ser un objeto más, pese a lo que costó conseguirla; ni más ni menos que doce temporadas.

En 2013 el Estadi Balear tuvo que ser clausurado por amenaza de derrumbe. Fue evacuado y allí quedaron, abandonados a su suerte, multitud de materiales, documentación… y también los trofeos. Pronto llegaron las inevitables acciones de pillaje; en una de ellas, un chatarrero estuvo a punto de llevarse los trofeos para venderlos al peso como chatarra. La fortuna quiso que unos aficionados bajo aviso llegaran a tiempo para salvarlos y ponerlos a buen recaudo en un almacén, en condiciones precarias, pero seguros. Allí, entre multitud de copas, placas, medallas y otros objetos debe de hallarse, semioxidada y olvidada, la Copa Uruguay. Triste final para un trofeo que dio nombre a una de las competiciones más populares en su momento, pero que al fin y al cabo pudo salvarse. Quizá un día, cuando acabe la reforma del Estadi Balear (actualmente en curso) pueda lucir como se merece, restaurada y debidamente contextualizada en una sala-museo de trofeos, como uno de los entorchados más valiosos en los 101 años de historia del club blanquiazul, nacido en 1920 como Baleares FC.

Esta es la historia de la copa que vino desde la República Oriental del Uruguay hasta las Baleares gracias a las gestiones del hoy olvidado vicecónsul honorario, Riego Rico Pena. Como hemos visto, el trofeo es mucho más que el torneo al que dio nombre. Es ejemplo de los intercambios socioculturales entre las Baleares y Latinoamérica, entonces particularmente intensos, y muestra del hermanamiento de la emigración balear en Uruguay con su tierra de origen a través del fútbol, un ámbito que siempre ha proporcionado gran visibilidad y proyección al pequeño país sudamericano en el mundo.