La Tajadera (núm. 26), febrero-marzo de 2021
Uno de los elementos más simbólicos y reconocibles de la arquitectura de Fuentes Claras es su
palomar circular. Al llegar al pueblo desde la carretera general puede avistarse su figura, alzada al
lado del desvío de acceso a la población, entrando a mano izquierda. Esto lo convierte en uno de
sus primeros atractivos, claramente visible nada más llegar.
Hay una clara similitud entre los palomares aragoneses y los del sur de Francia de los que
descienden, especialmente los llamados pied de mulet (pie de mula). Pero el de Fuentes Claras es
un caso excepcional al ser uno de los pocos de planta cilíndrica en Aragón, junto al de Torralba de
los Sisones y al ya desaparecido de Estercuel. Tiene un perímetro de 20,85 metros y el grosor de
sus muros es de 70 centímetros.
Fue construido en mampostería y todavía mantiene el revestimiento original de argamasa. La
entrada está adintelada con una viga de madera y se usaron sillares más voluminosos en su
construcción. La parte superior del edificio está coronada por un muro semicircular con dos
pináculos en cada extremo, alzado a modo de cortavientos. En cambio carece de cúpula y
torrecillas, elementos habituales en estos edificios.
Se divide interiormente en tres plantas. La planta baja funciona como almacén y las dos
superiores, a las que se accede mediante escaleras de madera, han servido como palomar. En
cada piso los nidales se distribuían en dos y tres filas de tejas invertidas, recorriendo el muro
interior.
Su función básica era la cría de pichones para la alimentación, donde eran sacrificados sin haber
salido del palomar para mantener tierna su carne. Luego se desplumaban manualmente o por
escaldado, se sometían a un socarrado suave de la piel y se vaciaban los menudillos. Finalmente
se preparaban mediante el guiso, escabechado o en conserva en aceite. Era costumbre que las
mujeres cocinasen 30 o 40 en aceite o en escabeche, para tener preparada la comida después de
las tareas del campo o para llevárselos como conserva en frío.
Su estado actual es precario y necesita una restauración. Sobre todo el techo, perdido en parte, así
como el basamento, afectado por humedades. Se hace necesaria su conservación, dada la
excepcionalidad de su arquitectura cilíndrica, casi inédita en la comarca y todo Aragón.