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262. La ciudad romana de Fuentes Claras

El Periódico de Aragón, 21 de marzo de 2021

La ciudad completaría el estudio del principal núcleo en la xomarca del Jiloca en la era antigua

La trascendencia que tuvieron las sociedades celtíberas y romanas en Aragón no es meramente histórica ni limitada a los libros de texto. Su conocimiento abre caminos esperanzadores a regiones amenazadas por el envejecimiento y la despoblación, ofreciendo alternativas para reinventar su economía a través del turismo cultural y el agroturismo.

Contribuye a diversificar actividades excesivamente centradas en el sector primario: agricultura y ganadería, combatiendo problemas endémicos como el envejecimiento y la despoblación rural.

Los primeros pobladores en suelo aragonés se remontan a la antigua Celtiberia, antaño extendida por las provincias de Guadalajara, Soria y Cuenca, abarcando en Aragón amplias zonas de Zaragoza y Teruel. En suelo aragonés se asentaron tribus celtíberas como los belos (comarca de Calatayud), titos (valle medio del Jalón), lobetanos (Sierra de Albarracín) o lusones, primitivas sociedades cuya huella es cada vez más conocida gracias a prospecciones arqueológicas y estudios antropológicos.

La llegada de los romanos supuso un cambio gradual en sus usos y costumbres. Un factor clave fue la urbanización de la población, dispersa en pequeños núcleos, que fue concentrada en ciudades para agilizar su control y administración. De esta época son Segeda —de importancia similar a Numancia, pero menos mediática—, Nertóbriga (hoy Ricla) o Bilbilis (Calatayud); otras ciudades no están localizadas, pues desaparecieron sin dejar rastro, o lo están, pero desconocemos su nombre. Queda mucho por investigar.

Entre estos asentamientos por descubrir tenemos una ciudad en la comarca del Jiloca. Si hacemos caso de las fuentes escritas de la antigüedad (Historia Natural, de Plinio el Viejo; Geografía, de Ptolomeo, o el Anónimo de Rávena), dicha ciudad pudo ser Leonica, fundada por la tribu de los leonicenses y que estaría ubicada en el valle medio del río Jiloca. La ciudad estuvo sucesivamente en tres lugares. El primero fue el actual yacimiento de La Caridad (Caminreal), datado en el siglo II a.C. y destruido hacia 80 a.C. Después sus habitantes se trasladaron al vecino Cerro de San Esteban (El Poyo del Cid), en busca de un lugar más fácil de fortificar y defender —el primer yacimiento se ha excavado desde 1984 con interesantes resultados y el segundo ha sido menos estudiado. Por último, a mediados del siglo I d.C. la ciudad se reubicó en La Loma del Prado (Fuentes Claras). Éste fue el asentamiento más duradero (hasta el siglo IV) y probablemente desapareció a causa del proceso de ruralización del Imperio Romano desde el siglo III; sin descartar otros factores, como epidemias o hambrunas.

Por tanto, la ciudad del Jiloca traza la transición de la cultura celtíbera a la romana en tres ubicaciones y seis siglos, siendo clave en la organización del territorio turolense en época imperial romana.

Además, dichas fundaciones se hallarían junto a la calzada romana que unía Saguntum (actual Sagunto) y Bilbilis (Calatayud), en paralelo al río Jiloca. Los puentes romanos de Calamocha y Luco de Jiloca confirman su existencia.

Centrándonos en el último enclave —La Loma del Prado, en Fuentes Claras—, aunque fue el más duradero sigue sin excavarse. Abarca unas nueve hectáreas de extensión (430 x 260 m), pero no está delimitado ni señalizado. Tampoco quedan restos en superficie, al ser terreno cultivable —a diferencia de los yacimientos anteriores—, lo que ha dificultado la conservación y trabajo de su terreno.

Los hallazgos arqueológicos en La Loma del Prado son escasos, pero valiosos. La arqueóloga Purificación Atrián (recientemente traspasada) dio a conocer el hallazgo de un sillar de arenisca con una cabeza de toro esculpida (siglo I-II d.C.): Más adelante, Francisco Burillo localizó en 1978 una tésera de hospitalidad de bronce, con forma de delfín (siglo I a.C.). También fueron encontrados restos de ánforas, cerámicas, lucernas, tégulas y vidrios. Pero las excavaciones no prosiguieron, el yacimiento no fue preservado, sufrió el abandono y el expolio. Hoy aparte del sillar, —custodiado en el Museo de Teruel— y la tésera —en manos de un particular—, nada sabemos del resto de hallazgos.

De atenderse adecuadamente, la ciudad romana de Fuentes Claras complementaría los avances realizados en el yacimiento de La Caridad y completaría el estudio del principal núcleo urbano en la comarca del Jiloca en la era antigua: la capital comarcal de facto dos mil años atrás, del siglo II a.C. hasta el IV d.C., desde la Celtiberia al mundo romano, y tal vez hasta época visigoda. Sin embargo su estudio, muy avanzado en otros yacimientos aragoneses, ha sido abandonado a su suerte. Atendido adecuadamente desempeñaría un significativo papel en las rutas turístico-culturales de la comarca del Jiloca, además de diversificar el tejido socioeconómico de una zona ávida de consolidar una oferta agroturística con referentes sólidos y de calidad. La primitiva ciudad, que ahonda sus raíces en Celtiberia y Roma, sus orígenes y primeros pobladores, sería un atractivo mayúsculo para consolidar un turismo de calidad y un orgullo para sus habitantes.