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252. Gabriel Cifre Borràs y los 100 años del Atlético Baleares. El caso de un pionero olvidado

Cuadernos de Fútbol (núm. 126), 1 de diciembre de 2020

Justificación

Durante el pasado mes de noviembre uno de los principales clubes de las Islas Baleares celebró los 100 años de sus orígenes. Se trata del Club Deportivo Atlético Baleares, que desde su nacimiento en Palma (Mallorca, Islas Baleares) en 1920 ha sido una de las sociedades futbolísticas de mayor raigambre en el archipiélago y la principal entidad futbolística palmesana junto con el RCD Mallorca, fundado solo cuatro años antes, en 1916.

Hasta hace pocos años apenas se sabía nada de los primeros años de la popular entidad blanquiazul y menos aún de sus primeros protagonistas, dado el carácter modesto y hasta cierto punto caótico, convulso y cambiante de dicha sociedad deportiva (característica bastante común en muchos clubes, siempre sujetos a vaivenes constantes causados por los resultados deportivos) que hasta ahora había dificultado a la entidad tener un relato histórico completo, con un mínimo rigor y coherente.

Dicha anomalía se va corrigiendo a medida que afloran trabajos que indagan en esos primeros años oscuros y logran difundirse entre peñistas y aficionados, asumiendo con naturalidad la importancia de conocer su identidad desde los orígenes. No es tan sencillo a nivel institucional al tratarse desde 2012 de una sociedad anónima deportiva (SAD), que como es bien sabido suelen acabar en manos de propietarios desapegados a la masa social tradicional y poco interesados en temas sociales de su propiedad, más allá del resultado del domingo, macrocifras y fichajes.

Introducción

Son numerosos los protagonistas en los albores de la historia del fútbol local que desempeñaron un papel trascendente, que pasaron sin pena ni gloria y que no fueron conscientes del impacto que sus actos tendrían en un futuro. O lo fueron demasiado tarde, cuando al querer reivindicarse o dejar constancia de ello les fue imposible. Son personajes que no lograron hacerse valer, que se apartaron (o fueron apartados) por varios motivos. El paso del tiempo hizo el resto y, a medida que testigos y contemporáneos desaparecían, su rastro se difuminó hasta desaparecer.

Este artículo trata de uno de esos pioneros cuya memoria fue absolutamente borrada. Un olvido que contrasta enormemente con su legado histórico y deportivo posterior, que lo hace merecedor de homenaje por su iniciativa y que sus mismos herederos deportivos se lo han negado hasta hoy.

Nos referimos a Gabriel Cifre Borràs (1894-1993), vecino de la barriada palmesana de Pere Garau donde vivió toda su vida (todavía se conserva la casa, propiedad de sus descendientes). Cifre fue un sencillo oficial de los talleres de la antigua compañía naviera La Isleña Marítima (actualmente Trasmediterránea), situada en el muelle de la ciudad, ingresó a principios de 1920 y allí pasó toda su vida laboral hasta su jubilación en 1957.

Cuando Cifre ingresó en la Isleña se vivía un momento de cambios decisivos en el plano laboral (o, al menos, sobre el papel). Solo unos meses antes, el 1 de octubre de 1919, había entrado oficialmente en vigor el llamado Decreto de la jornada de ocho horas, firmado por el conde de Romanones, entonces presidente del gobierno. Con ello los trabajadores podían disfrutar de un tiempo libre añadido y hasta entonces impensable, dejando atrás un convulso tiempo de movilizaciones, huelgas e inestabilidad social en España. Sus efectos fueron limitados e imprecisos, por supuesto; pero en el caso que nos ocupa fue muy fructífero.

Nuestro protagonista, recién llegado a la Isleña, era un hombre joven e inquieto. Con dotes de organizador, iniciativa y empuje. Todo ello complementado con un pensamiento propio que intuía las propiedades físicas y lúdicas del deporte, algo que entonces no era fácil de llevar a cabo: en el archipiélago balear la práctica deportiva era aún patrimonio de una minoría privilegiada, con tiempo y medios para ello, y la competición federada de fútbol era inexistente. Pero Cifre decidió romper el status quo vigente, y aprovechando la disponibilidad de tiempo libre que el mencionado Decreto de la jornada de ocho horas permitía se propuso crear un equipo de fútbol con sus compañeros de trabajo. Dada la extracción obrera de todos ellos, en contraste con todos los equipos surgidos hasta el momento, decidieron adoptar un nombre alusivo a su condición: el Mecánico.

La prensa local se hizo eco a principios de marzo de 1920 de su nacimiento, además de otro de naturaleza similar: el Fundición Carbonell (alias Can Salí), factoría metalúrgica de la ciudad. De este modo fueron los primeros equipos de raíz trabajadora nacidos en Palma y, seguramente, de toda Mallorca y las Baleares.

Como a diferencia del resto el naciente equipo apenas tenía recursos por su humilde extracción careció de todo lo elemental en cualquier sociedad deportiva organizada. Se desconocen sus estatutos, directiva y presupuesto (si llegó a tenerlos), incluso su indumentaria de juego utilizaba pantalones reciclando monos de trabajo con las perneras recortadas. No había dinero para más. Y allí estaba Cifre, que fue presidente de facto por su condición de ideólogo, impulsor, organizador y tal vez también entrenador. Únicamente no nos consta como jugador, papel que pudo descartar por cuestiones de edad a pesar de no ser excesivamente mayor (26 años). Así nació un proyecto deportivo pionero en su tiempo, fundamentado en la incorporación del fútbol como herramienta de ocio, salud y distracción para un colectivo hasta entonces excluido y ausente en su práctica.

El primer partido que nos consta del Mecánico se celebró el 25 de abril de 1920. Se disputó en la entrepista del Velódromo de Tirador (recinto todavía existente) contra su homólogo, el Fundición Carbonell, que se impuso por la mínima (2-1). Después los mecánicos participaron en el Concurso de Verano, torneo organizado por el Alfonso XIII FC (actual RCD Mallorca) y así el proyecto de Cifre se convirtió en realidad: trabajadores de extracción modesta practicando deporte y compitiendo de igual a igual, por primera vez, sin distinciones y privilegios. El fútbol modesto entraba en juego.

El recorrido del conjunto impulsado por Gabriel Cifre fue breve. El 14 de noviembre, según unas fuentes, o el 20 del mismo mes, según otras, el Mecánico decidió fusionarse con el Fundición Carbonell (entonces rebautizado como Mallorca, que nada tenía que ver con el actual RCD Mallorca, entonces llamado Alfonso XIII FC) en asamblea conjunta, con el objetivo de constituir una sociedad social y deportivamente más potente. Así nació un nuevo club: el Baleares Football Club, entidad que aglutinó y potenció el fútbol de raíz modesta hasta convertirse en uno de los principales clubes de la capital, conocido desde 1942 como CD Atlético Baleares después de pasar por un proceso de fusión. Y hoy, exactamente cien años después, ahí sigue.

Muchos años más tarde, en 1961, Cifre concedió una entrevista a una publicación semanal de carácter deportivo. En ella se quejaba de la falta de liquidez para asistir a los partidos de fútbol, pero dejaba entrever el olvido al que había sido sometido. Allí explicaba como después de la gestación del Baleares FC en 1920 quedó relegado a un segundo plano, desempeñando la función de delegado del segundo equipo. No ocupó ningún cargo relevante (nunca figuró en las juntas directivas del club, disponibles a partir de 1922) y hacia 1923 se desvinculó del todo, cuando el crecimiento de la entidad blanquiazul ya era imparable a todos los niveles.

Gabriel Cifre murió en Palma el 24 de abril de 1993, a los 99 años. Nadie hizo mención alguna de su deceso, aparte de una escueta necrológica familiar en la prensa del momento mencionando su nombre, sin más. Curiosamente poco antes, el 28 de marzo de 1993, el Atlético Baleares había jugado un partido conmemorativo de los 50 años de la fusión Baleares FC-Athletic FC que había dado pie a su denominación actual. Nadie recordó a Cifre por algo ocurrido hacía casi 75 años y su figura había sido totalmente enterrada por el olvido.

Conclusión

Como lo fueron Adolfo Vázquez en el RCD Mallorca, Joan Gamper en el FC Barcelona o los hermanos Juan y Carlos Padrós en el Real Madrid, por poner sólo algunos ejemplos de relumbrón y conocidos por todos, Gabriel Cifre fue alma mater de una entidad fundamental del fútbol balear. Con el resto de personajes mencionados la deuda histórica fue saldada, tarde o temprano, y así están presentes en el armazón institucional de sus clubes como personalidades cruciales.

En el caso de Cifre no es así. A pesar de los trabajos publicados sobre su figura desde hace varios años (ver Bibliografía), su figura ha sido tratada con indiferencia e insensibilidad por los sucesivos gestores del club blanquiazul, un mal muy común en las actuales SAD si no se entrevén repercusiones a corto plazo favorables a nivel económico y empresarial. Pero este caso es especialmente llamativo porque hablamos nada menos que del pionero, fundador, ideólogo e iniciador. Y todo ello logrado desde una posición de máxima inferioridad económica y social, con todos los números para fracasar en una empresa que ha durado 100 años.

Cifre encarna a la perfección los valores de modestia, perseverancia, sencillez, trabajo y supervivencia que han sido tradicionalmente estandarte y referencia del At. Baleares. Sentó las bases de un proyecto deportivo entonces transgresor, inaudito y pionero, que trasciende una lectura meramente deportiva. Desde entonces desfilaron muchos protagonistas por su historia centenaria; pero el primero de todos fue olvidado demasiado pronto.

Este es el origen esencial del actual Atlético Baleares y no el posterior de la fusión de 1942, significativo a nivel jurídico, pero que continuaba el espíritu original de Cifre al resto de efectos. Un origen ignorado durante años por una entidad que hasta ahora no ha gestionado con rigor y respeto el valioso legado de sus pioneros y sus auténticas raíces.