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232. Fundición Carbonell y Mecánico: los orígenes del fútbol modesto en Mallorca

Cuadernos de Fútbol (núm. 121), 1 de junio de 2020

En Palma (Mallorca), ahora hace cien años, se celebró un partido nada convencional y que marcaría un hito en el panorama deportivo local. Fue un domingo 25 de abril de 1920 y se jugó en uno de los pocos espacios entonces hábiles para el juego, a pesar de carecer de medidas reglamentarias: el espacio central del Velódromo de Tirador de la capital balear.

Entonces en Mallorca el principal deporte de masas era el ciclismo. El fútbol, aún en pañales y falto de competición oficial —el ente federativo no llegaría hasta 1923, dependiente de la Federación Catalana de Fútbol— seguía siendo patrimonio de una minoría social privilegiada. Hacía cuatro años que se había fundado el primer club de fútbol estructurado como tal, la Real Sociedad Alfonso XIII Football Club (actual RCD Mallorca) en 1916, pero su actividad se reducía a celebrar amistosos con clubes de la península, organizar torneos para los equipos que surgían en la isla (todos efímeros y deportivamente débiles), así como torneos internos entre sus equipos de base. El panorama local no daba para más.

Por eso aquel partido, por su naturaleza, fue diferente a todos los demás celebrados hasta entonces. Se enfrentaban dos pequeños equipos. De un lado el Mecánico, formado por trabajadores de la compañía naviera Isleña Marítima, cuya sede se ubicaba en el puerto de la ciudad. Por otro lado, el equipo homónimo de la Fundición Carbonell, pequeña empresa siderúrgica ubicada en la zona llamada Hort d’en Moranta de la ciudad (actualmente avenida de Jaume III) y popularmente conocida como Can Salí.

La crónica del partido es muy breve y apenas expone nada más, aparte del resultado —ganaron los de Can Salí a los de la Isleña Marítima (2–1)— y que “jugaron duro” (sic), abundando en el tópico fácil al tratarse de jugadores de clase trabajadora, seguramente toscos pero más robustos, toda una novedad para quienes estaban acostumbrados hasta entonces a otro tipo de protagonistas en el terreno de juego.

La primera noticia de sendos equipos, Mecánico y Fundición Carbonell, se remonta a tres semanas antes (Última Hora, 3 de abril de 1920) y hablaba de su gestación, entre otros equipos de nuevo cuño, sin que el redactor de la noticia les diera relevancia añadida. Pero la tenían: a diferencia del resto eran equipos de carácter obrero y los primeros surgidos en la isla. Hasta entonces cualquiera de los deportes practicados con cierta regularidad en Mallorca eran patrimonio de las clases acomodadas, quienes disponían de los medios materiales y económicos, así como del tiempo necesario para practicarlos. Así que no cabe lugar a dudas de que el partido mencionado, a pesar de la escasa atención que entonces suscitó, marcó un hito en el fútbol local.

Así pues, el encuentro fue el primero que disputaron equipos de origen humilde. Ambos equipos, a diferencia del resto, apenas tenían medios. Carecían de material ni vestuario. Tampoco se registraron como club, pues ello requería un desembolso. Ni tenían directiva ni estatutos formales, no iban más allá de una organización mínima. Obviamente, el presupuesto debía ser mínimo. Todo indicaba que serían flor de un día, una probatura sin más consecuencias en un mundo ajeno a sus posibilidades; pero a largo plazo no fue un hecho aislado.

Unos meses después, la Real Sociedad Alfonso XIII FC organizó el llamado Concurso de verano, uno de los múltiples torneos que la entidad alfonsina organizaba desde su fundación para fomentar el fútbol local y de base (la RS Alfonso XIII FC no participó, ni siquiera con su filial, pues su nivel era muy superior al del resto de equipos). Se disputó entre agosto y noviembre de 1920 y se apuntaron siete equipos. Dos de ellos eran los pequeños conjuntos obreros: el Mecánico y el Mallorca (antes Fundición Carbonell, que cambió su nombre para dar cabida a jugadores externos a la factoría). Sendos conjuntos eran, sin duda alguna, los outsiders de la competición.

El Mallorca disputó un total de cinco encuentros con un bagaje de una victoria, un empate y tres derrotas, acabando vicecolista. Mientras tanto el Mecánico empató uno, perdió dos y fue excluido de la competición al abandonar el terreno de juego en el tercer partido por disconformidad con una decisión arbitral; ni siquiera pudo ser farolillo rojo. En suma, deportivamente el papel de ambos fue muy discreto; pero era la primera vez que competían en un torneo, en igualdad de condiciones y contra equipos con más medios y tiempo de entreno. El resultado era lo de menos.

Hay que recordar que el 1 de octubre de 1919 había entrado el vigor el llamado Decreto de la jornada de ocho horas, un avance considerable en materia de derechos sociales y laborales, lo cual permitió desde entonces a la clase trabajadora disponer de un tiempo libre hasta entonces impensable con jornadas de diez, once o más horas. De ahí surgió, entre otras opciones, la aspiración a la práctica deportiva como distracción, además de los beneficios físicos que la práctica de éste conllevaba. Además de un objetivo de mayor calado: la oportunidad de competir todos contra todos en igualdad de condiciones, sin distinción de clase ni privilegios. Es decir: el deporte como camino para derribar barreras sociales y de democratización del tiempo de ocio.

Por tanto, el partido jugado el 25 de abril de 1920 en el Velódromo de Tirador fue vehículo y síntoma de una revolución trascendental en Mallorca a nivel deportivo. No solo por la voluntad de los más humildes de incorporarse al fútbol como protagonistas activos, un medio hasta entonces vedado y solo accesible como espectadores (o ni siquiera eso): ahora también como protagonistas activos y, a largo plazo, como alternativa real.

El 14 (o 20, según las fuentes) de noviembre de dicho año ambos equipos dieron un paso definitivo para consolidar el nuevo estatus emergente. En una asamblea conjunta acordaron fusionarse y formar un nuevo club: el Baleares Football Club. Éste disputó su primer partido, también en el Velódromo de Tirador, el 21 de noviembre, ganando (5–0) al Veloz Sport Balear, un equipo antaño potente pero entonces todavía fuerte. El fenómeno se consolidaba y empezaba fuerte su andadura.

El nuevo club fructificó y creció de manera imparable. Llegó a convertirse en poco tiempo en una entidad social y deportivamente poderosa y la principal alternativa a la RS Alfonso XIII FC, cuya rivalidad fue legendaria... y lo sigue siendo, porque dicho club aún existe cien años después con el nombre de Club Deportivo Atlético Baleares y después de sobrevivir a múltiples vicisitudes. Curiosamente el Velódromo de Tirador, espacio que presenció el debut tanto de los dos pequeños equipos obreros como del nuevo club, también sobrevive y en proceso de rehabilitación como zona verde municipal.

Desde entonces son muchos los protagonistas que han desfilado por el club balearico. Pero su origen y precedente más remoto fue aquel partido jugado en el Velódromo de Tirador por los robustos trabajadores de Can Salí y los maquinistas de la Isleña Marítima, quienes no debían imaginar las consecuencias que aquel encuentro tendría para la evolución y desarrollo del fútbol local y que sigue vigente. Su atrevimiento, en un mundo deportivo fuertemente selecto y clasista, acabó dando frutos y mantiene su significado deportivo y social cien años después.