Diario de Mallorca, 26 de noviembre de 2019
El nombre de Teruel Existe ha pasado en apenas dos meses de
ser algo anecdótico y lejano a una realidad en el plano político después
de las elecciones del 10N. Desde que la plataforma ciudadana decidiera
el pasado mes de septiembre presentarse a las elecciones y lograse
representación en las Cortes Generales su trascendencia se ha proyectado
ampliamente. Es un hecho atípico y sorprendente, fuera del marco
geopolítico habitual estatal o autonómico sino provincial, que ha
generado simpatías casi unánimes al tratarse de la primera agrupación de
electores que logra representación en Cortes con dos senadores y un
diputado. Además tendrá un peso relevante en sendas cámaras para
legislar y conformar mayorías de gobierno.
Teruel Existe
ha puesto en la picota problemas estructurales hasta ahora escasamente
visibles al localizarse en zonas de escaso peso demográfico y político.
El colectivo tiene detrás una historia de veinte años (fue creado en
1999), así que su debut en el plano político no tendría que ser tan
sorprendente. Nació como plataforma ciudadana para alzarse ante la falta
de respuestas a las demandas de un territorio crecientemente
depauperado a causa de la despoblación, la falta de oportunidades
laborales e inversiones, de infraestructuras en sanidad y educación,
carencia de banda ancha de telecomunicaciones y la lejanía de los
centros de toma de decisiones, entre otros temas. No es algo
excepcional, pues es un fenómeno común a otros territorios que ya
cuentan con entidades ciudadanas similares ante la falta de respuestas a
la despoblación y a los endémicos desequilibrios territoriales: la
denominada España Vaciada.
El territorio
turolense es uno de los más castigados y su tejido social ha quedado
mermado y envejecido por la emigración a pesar del desarrollo gozado en
las últimas décadas a todos los niveles. Además de las carencias citadas
Teruel se ubica entre tres grandes ejes económicos y demográficos
(Valencia, Zaragoza y Madrid), cuenta con unas comunicaciones terrestres
deficientes y un clima duro y extremo, que han debilitado más aún sus
escasas fuerzas. La formación no solo pide más inversiones: también
exige revisar cómo se realizan. Un ejemplo claro fue la construcción de
la Autovía Mudéjar (A-23) entre Zaragoza y Valencia que atraviesa
la provincia, a priori un avance; pero que convirtió el territorio —más
si cabe— en lugar de paso al servicio de ejes económicamente más
potentes. El futuro corredor ferroviario Cantábrico-Mediterráneo también
va camino de serlo y no supondría un beneficio real para el territorio y
sus habitantes.
Esto explica que, reconvertida en agrupación de electores, Teruel Existe
partiese desde una buena base nada más nacer y transversal en
cuestiones ideológicas, sociales y económicas. Este tipo de aventuras
políticas no suelen cristalizar en tan poco tiempo —y menos mantenerse—
si detrás no hay una base consolidada y un activismo coherente y
minucioso, fruto del profuso trabajo a pie de calle durante años. El
apoyo electoral recibido en el conjunto del Estado ha sido escaso en
cifras (unos 20.000 sufragios) pero representa un territorio
considerable; además, parte de su capital humano reside fuera de la
provincia (entre ellos, varios de sus candidatos) y cabe pensar que el
apoyo todavía pudo ser mayor. La despoblación y el decaimiento han
contribuido a cohesionar y concienciar a la población, porque los que
quedan sufren tanto o más que los que se marchan.
Es
inevitable plantear por qué en cuatro décadas no ha cristalizado algo
parecido en Mallorca que diera lugar a una voz propia en las Cortes
Generales. La comparación es difícil en apariencia: Mallorca y Teruel
son territorios antagónicos, con necesidades muy diferentes; pero el
problema de fondo es similar porque son dos caras extremas de una misma
moneda: el problema territorial. En Teruel se sienten agraviados con los
centros de decisión y poderes políticos, tanto el Estado como la
Comunidad Autónoma. Sentir similar al encontrado en Mallorca, pero
mientras en el caso turolense el agravio se ha reunido en un sentir
social en la isla la movilización ha sido débil y descohesionada.
La
despoblación de Teruel no es a priori un referente para Mallorca, pero
sí a través de su extremo opuesto: el exceso de población, así como la
futura falta de recursos agudizada por la insularidad. Y los
desequilibrios a nivel interno a causa de una inmigración descompensada a
lo largo y ancho de la isla. En Mallorca puede generarse una
inmigración mediatizada por el alto coste de vida y la vivienda que
genere desequilibrios parecidos a la despoblación turolense, como la
falta de personal cualificado. La aportación fiscal a la caja común del
Estado tampoco sería un punto en común, pues ambos territorios se
encuentran técnicamente en las antípodas. Sin embargo, mientras en
Mallorca se contribuye con más de lo que retorna en Teruel el problema
es cómo revierten directamente dichas inversiones en el territorio (los
casos de la A-23 y el corredor Cantábrico-Mediterráneo son un exponente
claro).
Actualmente la tendencia de la economía
mallorquina es alcista, pero sendos modelos económicos coinciden en el
desequilibrio; el turismo y la construcción predominan claramente en
Mallorca, y en Teruel el agro. Pero mientras en las comarcas turolenses
se pone cara y ojos a la problemática en Mallorca no se perciben los
problemas inherentes a un sistema aparentemente boyante en cifras
macroeconómicas pero descompensado en sectores productivos. Ambos casos
revelan los males del monocultivo económico en toda su crudeza, aunque
sea en recorridos opuestos.
En suma, la España Vaciada representada por Teruel Existe y la más boyante representada por Mallorca (¿la España Saturada?)
adolecen de males diferentes e incluso opuestos, pero complementarios y
endémicos: son dos caras de una misma moneda que revelan una
problemática de fondo vista como no atendida ni resuelta, y que en
Teruel ahora se afronta buscando nuevos caminos para hacerse valer por
falta de respuestas eficaces. Y ha funcionado, eso sí, gracias a un
trabajo y a una trayectoria reconocida de base social durante décadas,
que ha cimentado el éxito en su primera tentativa electoral; algo que en
Mallorca ni ha comenzado.
A día de hoy no se ve en Mallorca un movimiento que cristalice sólidamente como el que ha dado lugar a Teruel Existe
en su primera tentativa electoral. En la isla ha fracasado tras trece
comicios legislativos desde 1977 y ni siquiera se atisba un principio
porque falta lo fundamental: conciencia del problema, un discurso claro y
detallado que lo articule, pautas a seguir, cohesión social y
vertebración colectiva y transversal por encima de siglas, ideologías y
capillitas. Se podrá debatir si la creación de opciones como Teruel
Existe como alternativa a los grandes partidos son una opción factible;
pero ha quedado claro que hay una problemática mal atendida que no
recibe respuestas satisfactorias.
Teruel Existe
ha surgido con fuerza porque agoniza por inanición, exige atención y
dignidad y se resiste a desaparecer; podrían seguirle otros, como Soria Ya o La Otra Guadalajara.
Mallorca y Teruel representan los extremos de una misma problemática,
pero también maneras opuestas de afrontarlo. En Mallorca, nadando en una
aparente abundancia, no se dan las mismas condiciones extremas y sigue
predominando la inercia y el conformismo, el recelo y el individualismo,
así como la creencia de que nada va a cambiar.