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218. Teruel Existe y Mallorca. Las dos caras de un problema territorial

Diario de Mallorca, 26 de noviembre de 2019

El nombre de Teruel Existe ha pasado en apenas dos meses de ser algo anecdótico y lejano a una realidad en el plano político después de las elecciones del 10N. Desde que la plataforma ciudadana decidiera el pasado mes de septiembre presentarse a las elecciones y lograse representación en las Cortes Generales su trascendencia se ha proyectado ampliamente. Es un hecho atípico y sorprendente, fuera del marco geopolítico habitual estatal o autonómico sino provincial, que ha generado simpatías casi unánimes al tratarse de la primera agrupación de electores que logra representación en Cortes con dos senadores y un diputado. Además tendrá un peso relevante en sendas cámaras para legislar y conformar mayorías de gobierno.

Teruel Existe ha puesto en la picota problemas estructurales hasta ahora escasamente visibles al localizarse en zonas de escaso peso demográfico y político. El colectivo tiene detrás una historia de veinte años (fue creado en 1999), así que su debut en el plano político no tendría que ser tan sorprendente. Nació como plataforma ciudadana para alzarse ante la falta de respuestas a las demandas de un territorio crecientemente depauperado a causa de la despoblación, la falta de oportunidades laborales e inversiones, de infraestructuras en sanidad y educación, carencia de banda ancha de telecomunicaciones y la lejanía de los centros de toma de decisiones, entre otros temas. No es algo excepcional, pues es un fenómeno común a otros territorios que ya cuentan con entidades ciudadanas similares ante la falta de respuestas a la despoblación y a los endémicos desequilibrios territoriales: la denominada España Vaciada.

El territorio turolense es uno de los más castigados y su tejido social ha quedado mermado y envejecido por la emigración a pesar del desarrollo gozado en las últimas décadas a todos los niveles. Además de las carencias citadas Teruel se ubica entre tres grandes ejes económicos y demográficos (Valencia, Zaragoza y Madrid), cuenta con unas comunicaciones terrestres deficientes y un clima duro y extremo, que han debilitado más aún sus escasas fuerzas. La formación no solo pide más inversiones: también exige revisar cómo se realizan. Un ejemplo claro fue la construcción de la Autovía Mudéjar (A-23) entre Zaragoza y Valencia que atraviesa la provincia, a priori un avance; pero que convirtió el territorio —más si cabe— en lugar de paso al servicio de ejes económicamente más potentes. El futuro corredor ferroviario Cantábrico-Mediterráneo también va camino de serlo y no supondría un beneficio real para el territorio y sus habitantes.

Esto explica que, reconvertida en agrupación de electores, Teruel Existe partiese desde una buena base nada más nacer y transversal en cuestiones ideológicas, sociales y económicas. Este tipo de aventuras políticas no suelen cristalizar en tan poco tiempo —y menos mantenerse— si detrás no hay una base consolidada y un activismo coherente y minucioso, fruto del profuso trabajo a pie de calle durante años. El apoyo electoral recibido en el conjunto del Estado ha sido escaso en cifras (unos 20.000 sufragios) pero representa un territorio considerable; además, parte de su capital humano reside fuera de la provincia (entre ellos, varios de sus candidatos) y cabe pensar que el apoyo todavía pudo ser mayor. La despoblación y el decaimiento han contribuido a cohesionar y concienciar a la población, porque los que quedan sufren tanto o más que los que se marchan.

Es inevitable plantear por qué en cuatro décadas no ha cristalizado algo parecido en Mallorca que diera lugar a una voz propia en las Cortes Generales. La comparación es difícil en apariencia: Mallorca y Teruel son territorios antagónicos, con necesidades muy diferentes; pero el problema de fondo es similar porque son dos caras extremas de una misma moneda: el problema territorial. En Teruel se sienten agraviados con los centros de decisión y poderes políticos, tanto el Estado como la Comunidad Autónoma. Sentir similar al encontrado en Mallorca, pero mientras en el caso turolense el agravio se ha reunido en un sentir social en la isla la movilización ha sido débil y descohesionada.

La despoblación de Teruel no es a priori un referente para Mallorca, pero sí a través de su extremo opuesto: el exceso de población, así como la futura falta de recursos agudizada por la insularidad. Y los desequilibrios a nivel interno a causa de una inmigración descompensada a lo largo y ancho de la isla. En Mallorca puede generarse una inmigración mediatizada por el alto coste de vida y la vivienda que genere desequilibrios parecidos a la despoblación turolense, como la falta de personal cualificado. La aportación fiscal a la caja común del Estado tampoco sería un punto en común, pues ambos territorios se encuentran técnicamente en las antípodas. Sin embargo, mientras en Mallorca se contribuye con más de lo que retorna en Teruel el problema es cómo revierten directamente dichas inversiones en el territorio (los casos de la A-23 y el corredor Cantábrico-Mediterráneo son un exponente claro).

Actualmente la tendencia de la economía mallorquina es alcista, pero sendos modelos económicos coinciden en el desequilibrio; el turismo y la construcción predominan claramente en Mallorca, y en Teruel el agro. Pero mientras en las comarcas turolenses se pone cara y ojos a la problemática en Mallorca no se perciben los problemas inherentes a un sistema aparentemente boyante en cifras macroeconómicas pero descompensado en sectores productivos. Ambos casos revelan los males del monocultivo económico en toda su crudeza, aunque sea en recorridos opuestos.

En suma, la España Vaciada representada por Teruel Existe y la más boyante representada por Mallorca (¿la España Saturada?) adolecen de males diferentes e incluso opuestos, pero complementarios y endémicos: son dos caras de una misma moneda que revelan una problemática de fondo vista como no atendida ni resuelta, y que en Teruel ahora se afronta buscando nuevos caminos para hacerse valer por falta de respuestas eficaces. Y ha funcionado, eso sí, gracias a un trabajo y a una trayectoria reconocida de base social durante décadas, que ha cimentado el éxito en su primera tentativa electoral; algo que en Mallorca ni ha comenzado.

A día de hoy no se ve en Mallorca un movimiento que cristalice sólidamente como el que ha dado lugar a Teruel Existe en su primera tentativa electoral. En la isla ha fracasado tras trece comicios legislativos desde 1977 y ni siquiera se atisba un principio porque falta lo fundamental: conciencia del problema, un discurso claro y detallado que lo articule, pautas a seguir, cohesión social y vertebración colectiva y transversal por encima de siglas, ideologías y capillitas. Se podrá debatir si la creación de opciones como Teruel Existe como alternativa a los grandes partidos son una opción factible; pero ha quedado claro que hay una problemática mal atendida que no recibe respuestas satisfactorias.

Teruel Existe ha surgido con fuerza porque agoniza por inanición, exige atención y dignidad y se resiste a desaparecer; podrían seguirle otros, como Soria Ya o La Otra Guadalajara. Mallorca y Teruel representan los extremos de una misma problemática, pero también maneras opuestas de afrontarlo. En Mallorca, nadando en una aparente abundancia, no se dan las mismas condiciones extremas y sigue predominando la inercia y el conformismo, el recelo y el individualismo, así como la creencia de que nada va a cambiar.