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181. Tirador acogió las primeras carreras internacionales

Última Hora, 26 de mayo de 2018

Brisas, núm. 1618

Texto: Llorenç Capellà

Sonríe poco, habla lo justo. Se ha especializado en tomarle el pulso a la sociedad a través de los ídolos del calzón corto. Manuel García Gargallo (Barcelona, 1973) se licenció (UB, 1996) y doctoró en historia contemporánea (UB, 2002). Hasta ahora había centrado sus investigaciones en el fútbol, concretamente en los orígenes del Atlètic Balears y en los primeros cien años del Consell. Su último trabajo gira en torno al ciclismo en pista. Ha publicado El velòdrom de Tirador (Illa Edicions, 2018), un recinto construido por iniciativa del Veloz Sport Balear, la misma sociedad que impulsó buena parte de la actividad deportiva de la Isla en los inicios del pasado siglo.

— Quiero saber por qué en la Mallorca de cien años atrás hubo tantos aficionados al ciclismo.
— Probablemente porque la bicicleta entró a formar parte de la vida cotidiana. Y del uso por recreo o por trabajo a la competición, hay tan solo un paso. Por otra parte, el piso de las carreteras estaba en un estado lamentable. ¡Más que baches había pozos…! Así que el afán competitivo derivó hacia la pista.

— El velódromo de Tirador…
— Se empezó a construir en 1896 y se inauguró en 1903, concretamente el 10 de agosto. Ya había antecedentes. En 1892 se documenta un velódromo en Felanitx y otro, al año siguiente, en Manacor, pero ninguno de los dos perduró. En cambio, en la misma época hubo otro, en Son Espanyolet, que pese a sus carencias pudo albergar el primer campeonato de Balears. En cualquier caso, la entidad que lo gestionaba, la Sociedad Velocipedista, desapareció en 1895 y las instalaciones, ya modestas de por sí, se vinieron abajo por falta de cuidado. Tirador sería otra cosa.

— ¿En qué sentido?
— La pista estaba a la altura de las mejores de Europa y, sin duda, superaba a las que ya había en España. De hecho, el conjunto de las instalaciones no se hizo en un día. Entre la colocación de la primera piedra y la inauguración trascurrieron siete años. El total de la obra se elevó a 40.000 pesetas.

— ¿Mucho…?
— Muchísimo. Las pagaron entre los doscientos socios del Veloz Sport Balear.

— ¿Eran gente adinerada? ¿Pertenecían a la empresa, a la nobleza…?
— Eran clase media con posibilidades. Sin embargo, hubo momentos en que pareció que las obras se iban a paralizar por falta de dinero. Pero el Veloz tuvo un golpe de suerte. ¡Le tocaron 50.000 pesetas en la lotería…! Además, el premio estuvo muy repartido entre todos los socios, de manera que se pudo acometer sin sobresaltos la última fase de la obra.

— Se inauguró un 10 de agosto.
— Coincidiendo con el inicio de las Ferias y Fiestas de Palma. El presidente del Veloz era Miquel Mestre Font. Y tal vez fuera empresario, ya que su nombre aparece relacionado con sociedades como el Fomento del Turismo, el Círculo Mallorquín, la Unión Industrial… Uno de los que le sucedieron en el cargo, Ignasi Seguí Solivellas, sí lo fue. Publicó y dirigió una revista deportiva, La Bicicleta, y presidió La Veda, una sociedad recreativa y cultural que tuvo una gran presencia social en la Mallorca de la época.

— Me han dicho que Tirador podía compararse con los mejores velódromos.
— Así es. Prueba de ello es que el campeonato de España de velocidad, que se disputó por vez primera en 1893, tuvo que suspenderse durante varios años por falta de pistas adecuadas. Volvieron a celebrarse en 1904. Y en Tirador. Además, a partir de 1906, Tirador acogió las primeras carreras internacionales que se daban en el Estado. Compitieron en su pista corredores de la talla del italiano Carlo Messori y del francés Charles Piard. También, en 1906, se batió el récord de España de la hora tras moto. Lo consiguió Enric Alric, de Barcelona. Puso el listón alto. ¡Recorrió más de 42 kilómetros…!

— ¿Y para los mallorquines no había pódium?
— Tuvieron que esperar hasta 1913. Fue cuando Jaume Mayol ganó el campeonato de España de fondo. Era de Fornalutx, aunque le llamaban el Solleric. Se había formado en Francia… Le esperaba un gran futuro, pero al estallar la Primera Guerra Mundial se incorporó al ejército francés. Ya no volvería a competir.

— Mallorca perdió un campeón.
— Aparecerían otros. La Gran Guerra hizo que los corredores europeos fueran militarizados. Así que no se dejaron ver por Tirador, lo que redundó en un mayor protagonismo de los que empezaban. El felanitxer Simó Febrer ganó, entre 1914 y 1918, cuatro campeonatos de España de medio fondo y dos, en 1915 y 1918, de carretera. Con él se inició la larga época dorada del ciclismo mallorquín.

— Me ha comentado que las carreteras estaban en muy mal estado.
— Fatal. Y me refiero a las de toda España. Competir en carretera suponía una aventura. Y no solo por los baches, sino por el incivismo. En más de un pueblo apedreaban a los corredores a su paso.

— Para que aceleraran.
— ¡Seguro! De todas formas, lo del apedreamiento sucedía más en la Península que aquí, donde las distancias entre pueblo y pueblo eran reducidas. Además, se ganaba poco. Febrer decidió no correr en la Península, no le salía a cuenta. Miquel Bover, en cambio, lo hizo habitualmente. Bover, en Palma, fue muy popular. La ciudad era pequeña, aún funcionaba lo de los apodos. A Bover le llamaban el Sardiner.

— Lo adivino: era de Son Sardina.
— Acertó. ¡Si era la única respuesta posible…! Bover, en 1917, ganó el campeonato de España tras moto y lo ganaría en otras tres ocasiones. También, en 1920, se hizo con el de velocidad. Era un tipo simpático. Y atractivo. Creo que intervino en alguna película.

— Sus tres hijos fueron ciclistas.
— Y el pequeño, otro Miquel Bover, formó en la élite europea de los años cincuenta. Joan, el mayor, tiró por la borda un gran futuro. Tenía ramalazos de bohemio, prefería la pintura a la bicicleta… Y el otro, Pere, murió en el mismo Tirador en 1940. Los Bover, que eran una saga de campeones, fueron perseguidos por la tragedia. Miquel, el pequeño, moriría en accidente de tráfico. Lo cierto es que aquellos corredores, no solo los Bover, sino todos, si no los mataba un rayo no morían. ¡Su resistencia física era descomunal…! Crecieron sin una alimentación adecuada, se entrenaban a su aire. Se habrían podido destrozar las rodillas, la musculatura de las piernas… Y no fue así, lo resistían todo. Cuando Timoner ganó su primer campeonato del mundo tras moto, en Milán, viajó pagándose los gastos. Y ya había cumplido los veintinueve años, era conocido. Ganó su primera carrera con catorce.

— …
— Y le digo lo que ganó: ¡un pollo!

— ¿Buscaban los jóvenes, en el ciclismo, un medio para salir de la miseria?
— Es probable. Sobre todo, a partir de los años treinta. Antes no se ganaba dinero y la bicicleta era una forma de incorporarse a la modernidad. El Veloz sport organizaba anualmente, a partir de 1910, la Fiesta del pedal, que estaba abierta a todos los amantes del ciclismo, sin restricciones sociales, étnicas ni de sexo. Eran excursiones en bicicleta que fomentaban el amor al paisaje y a la vida saludable. La bicicleta no era solo competición, sino también esparcimiento.

— Tirador tiene resonancias trágicas.
— Sin duda. En la pista se alcanzan velocidades importantes así que los corredores se jugaban la vida. La causa de casi todas las muertes por caída era el traumatismo craneal.

— ¿Murió de eso, Pere Bover?
— Sí. Y Josep Nicolau también. Y Rafel Pou. Las pistas estaban diseñadas pensando en la velocidad más que en la seguridad. Nicolau y Pou cayeron en la misma curva. No fue casual. Las rectas de Tirador son muy largas y, en consecuencia, las curvas muy cerradas y excesivamente inclinadas.

— ¿Cuándo decae la popularidad de las pruebas en pista?
— A finales de los años sesenta. Mallorca ya da menos campeones. El ciclismo es muy duro y los jóvenes, antes de meterse en aventuras de final incierto, prefieren trabajar en la hostelería. Por otra parte, ganan popularidad las grandes carreras en carretera como el Giro o el Tour. En 1973 Tirador cerró definitivamente sus puertas.

— ¿Será demolido?
— Afortunadamente no. Cort se ha percatado de que es parte de nuestra historia y se ha comprometido a preservarlo en lo posible. Ahora da pena. No solo la pista, todo el recinto. Por el abandono. Vaya usted a saber quién había tirado de la peana el busto en bronce de Nicolau. Alguien lo recogió de entre los hierbajos y se lo llevó a Lloret de Vistalegre, su pueblo. Y está allí, entre su gente, en un espacio público.

Es Tirador, memoria urbana
El velódromo más antiguo de Europa es el de Vincennes, pero actualmente se ha convertido en estadio de fútbol y de rugby. El primero que se construyó es el de Preston Park, en Brighton. Se había inaugurado en 1877 y resistió hasta 2005 en que lo arrasó la piqueta. La misma suerte corrieron (y suerte es un decir) el de Atocha, en San Sebastián, y los de Figueres y la Bonanova, en el distrito barcelonés de Sarrià. El donostiarra era de 1888 y los otros dos de 1893. El de la Ciudad Lineal, en Madrid, que había sido inaugurado en 1910, desapareció en 1973. Únicamente Tirador mantiene su maltrecha estructura en pie. Es, por tanto, una joya. Acabó de construirse en 1903 en el huerto del mismo nombre, cercano al recinto amurallado, concretamente de la Porta de Jesús, que había empezado a derruirse el año anterior. Se desconoce quién diseñó los planos, aunque Manuel García Gargallo apunta el nombre de n antiguo ciclista, Ramón Gurgui. En todo caso sí se sabe que el maestro de obras fue Nicolau Lliteras Ballester. La pista tuyo 333,33 metros de cuerda, bastante menos que el de Vincennes, que alcanza los 500 metros, pero más de los 250 exigibles para que pudieran celebrarse los mundiales. Todo, en Tirador, era una modernidad. Se asfaltó la pista y los peraltes estaban hechos de hormigón hidráulico. Estuvo en activo hasta 1973. Luego pasó el tiempo. En 2005, el concejal de Cultura de Cort, Fernando Gilet, quiso detenerlo y prendió dos placas en su frontispicio. Una recordando las gestas de Guillem Timoner; la otra, con los nombres del motorista y los cuatro ciclistas que allí hallaron la muerte. El motorista es Antoni Parets, que murió en 1927. Y los ciclistas, Josep Nicolau (1934), Rafel Pou, (1936), Pere Bover (1940) y Willy Lauwers (1959). Tirador es memoria viva, se merece más. El actual consistorio dice haberlo comprendido.