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164. A las puertas del centenario de Miquel Marqués

El Mundo-El Día de Baleares, 4 de mayo de 2017

El compositor mallorquín gozó de gran popularidad en su época gracias a sus contribuciones al género español de la zarzuela

El mallorquín Pere Miquel Marqués García (Palma, 1843–1918) fue uno de los compositores de mayor éxito en su tiempo en España. Una figura que gozó de gran popularidad en los escenarios españoles gracias a sus contribuciones a la zarzuela, el género escénico por excelencia durante décadas en el panorama musical español. Hasta hace pocas décadas su nombre aún era conocido gracias a uno de sus fragmentos: el preludio del acto 3º de su zarzuela El Anillo de Hierro (1878), paradigma del inspirado buen hacer de Marqués como compositor y una obra que aún sorprende por su lejanía con los estereotipos tradicionalmente asociados a la zarzuela, género que no acaba de despojarse de su fama de estilo simple y pasado de moda. La pieza aún mantiene un lugar habitual en el repertorio de las bandas de música y algo menos en el orquestal, gracias a un intenso lirismo que, a ratos, parece dibujar entre compases algunos trazos del paisaje isleño del autor. Es sorprendente que aún nadie haya acertado a acometer una adaptación para transformar la música del preludio en un himno popular tal como Grieg, Haydn, Sibelius o Verdi lograron en su tiempo, aprovechando las posibilidades que la pieza ofrece. 

Marqués fue una rara avis en el panorama musical entre sus contemporáneos. Ya radicado en Madrid fue autor de cinco sinfonías entre 1869 y 1880 en un momento en que el género aún era prácticamente desconocido en el país. Sus estrenos (llegó a estrenarlas todas, una gran hazaña en su tiempo) fueron virtualmente el pistoletazo de salida para el sinfonismo español del siglo XIX, a pesar de que pronto desaparecieron del repertorio; ya fuera por la escasa afición al género, ya fuera por la llegada posterior de las obras de los grandes genios que eclipsaron a la incipiente y débil producción local. La crítica no fue unánime al respecto: mientras unos le calificaron como el Beethoven español, otros lo valoraron como un sinfonista de segundo nivel. Para salir de dudas fueron ejecutadas en fechas recientes y, a juzgar por los entendidos, Marquès no es equiparable al genio de Bonn (hubiera sido una sorpresa mayúscula y de alcance mundial); aún así su obra sinfónica es correcta, la trascendencia que tuvo en su tiempo está más que justificada y merece ser considerado como un digno exponente del magro sinfonismo español, siempre tan falto de tradición y referentes en comparación con tan rico bagaje al norte de los Pirineos. 

Ante tales precedentes es indiscutible que cabe un redescubrimiento de su obra y biografía, yendo más allá de su faceta de compositor escénico. Para la próxima temporada de conciertos de la Simfònica es casi imperativo que incluyan algunas de sus sinfonías en el calendario; ya sería mucho pedir la ejecución de la integral, pero por pedir que no quede. De hecho la integral ya fue grabada hace pocos años por la Orquesta Filarmónica de Málaga bajo la dirección de José Luis Temes, lo cual nos hace preguntarnos por qué el principal conjunto sinfónico de las islas no ha abordado todavía este reto con un compositor local de tal calado; no estaría de más reivindicar que la Simfónica lo acometiera en fechas futuras y, a poder ser, durante el centenario. Por otro lado el fallecido Luis Remartínez, primer director de la Simfònica (1989-1994), inició una labor de redescubrimiento de la obra de Marqués con la reedición, íntegra y corregida, de El Anillo de Hierro en 2014 y dirigió su puesta en escena en el Teatre Principal ese mismo año con participación de la Simfònica. Por desgracia su fallecimiento en 2015 truncó su labor, amén de frustrar su hipotética participación en un centenario al cual con total seguridad hubiera contribuido –si no liderado– de no ser por su prematura desaparición. 

No sería descabellado plantear que El Anillo de Hierro volviera a los escenarios dentro del cartel de la XXXII Temporada de Ópera del Teatre Principal durante 2018. No es una opción descabellada, pues su música huye de los tópicos habitualmente asociados al género y sigue vigente como modelo del buen hacer del compositor en todos los géneros que trabajó. Es más, esta obra es un remarcable ejemplo de la denominada Zarzuela Grande, subgénero con aspiraciones de gran género escénico y factura casi operística, eclipsado a posteriori por el Género Chico, subgénero de mayor éxito popular que acabó eclipsando al resto de corrientes. Además, no sería baladí recordar que tan solo existe una grabación de la misma, que se remonta a 1960 y que tiene un sonido muy zarzuelero común en exceso a este tipo de grabaciones. La grabación de una nueva versión permitiría una audición menos presidida por ese sonido tan tópico, a la par que ajado. 

Las incursiones de Marqués en otros géneros también deberían tener su espacio. Ganaron peso en el tramo final de su vida, ya retornado a Mallorca y con una posición lo suficientemente desahogada como para poder dedicarle tiempo y cuidado. De esta etapa vital destacan el poema sinfónico La Cova del Drach (1904) o la pieza coral Himno a Ramon Llull (1916), obras que merecerían ser revisadas y ejecutadas de nuevo para su reevaluación por el público actual. Quién sabe si lograrían hacerse un hueco en el repertorio de nuestros programas de concierto, no solamente por la condición de mallorquín de su autor –que como punto de partida es relevante–, sino por la valía de unas obras hasta hoy olvidadas. 

La conmemoración de una cifra redonda como es un centenario es propicia para redescubrir figuras olvidadas. Recuperaría a un autor local que en su tiempo demostró solidez, talento y gran versatilidad, sin carecer de un mínimo de calidad en todos los géneros que abordó. Marqués nunca cejó en su empeño de cultivar géneros ambiciosos, a pesar de enfrentarse a un panorama cultural esclerótico y de escasas posibilidades que le abocó, como a muchos otros, a componer zarzuelas para salir adelante. Algunas de sus composiciones fueron flor de un día y otras, directamente, quedaron olvidadas en los archivos durante casi un siglo. Ahora, pasados cien años, es el momento idóneo para mostrarlas ante un público que llegó a valorarle en vida (fue proclamado Hijo Ilustre de Palma en 1911) y que hoy de nuevo podría hacerse acreedor a su memoria.