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145. La sociología del Atlètic Balears

Última Hora, 16 de maig de 2015

Brisas, núm. 1462

Texto: Llorenç Capellà

Si el balón fuera cuadrado el fútbol le interesaría igualmente. Su interés se centra en la historia de los clubes y en el entorno social que los ampara. Manel García (Barcelona, 1973) se licenció (UB, 1996) y se doctoró (UB, 2006) en Historia. Ha publicado Els orígens de l’Atlètic Balears (1920-1942), dels orígens a la fusió. Actualmente prepara un libro sobre los primeros pasos del fútbol en Mallorca.

— Le pregunto cómo se interesó por los equipos modestos. Me responde: 
— Casualmente. Hace cuatro años me quedé sin trabajo y decidí centrarme en la investigación. No frecuentaba los archivos desde que me doctoré. 

— ¿En qué trabajaba?
— En lo que saliera. Ahora mismo lo hago en Telefónica. Tengo un contrato temporal. ¡Pero ya me conformo! La crisis me pasó factura.

— Hablemos de fútbol.
— Tengo amigos en el Atlètic Balears. Me hablaron de sus orígenes obreristas. Y me picaron la curiosidad. En España habrá muy pocos equipos con un historial parecido al del Atlètic.

¿Qué tiene de particular?
— Es equipo de ciudad, no de barriada, y no cuenta con el respaldo económico de la burguesía o de las clases adineradas. Hubo un momento, en los años veinte y treinta del pasado siglo, en que proliferaron los equipos de este perfil. Pero duraron poco. Cada ciudad se vuelca en su equipo más representativo.

— Las hay con dos equipos o más en Primera.
— Es cierto. Pero les diferencia una identidad muy definida. El Sevilla y el Betis, por ejemplo. La burguesía toma partido desde un primer momento por su equipo y lo sostiene económicamente. No es el caso del Atlètic Balears. El Atlètic nació sin apoyo económico y así ha subsistido durante noventa y cinco años.

— ¿Tiene su origen en el Mecánico…?
— Eso es. Lo fundó Gabriel Cifre Borràs, un operario de la Isleña Marítima. Fue en 1920. La Isleña hacía dos años que había sido absorbida por Trasmediterránea, si bien continuaba operando con su propio nombre comercial.

— Gabriel Cifre es un desconocido.
— Totalmente. Supe de él a través de una entrevista en Fiesta Deportiva. Afirmaba que vivía en el número 14 de la calle del Bisbe Cabanelles, en la barriada de Pere Garau. ¡Era una primera pista!

— Supongo que la explotó.
— Usted dirá. La del Bisbe Cabanelles había sido una calle de casitas de una o dos plantas, pero yo me encontré con fincas multifamiliares. Quedaba en pie una de las antiguas, la número 6. ¡Y fue la que buscaba! Me atendió una viejecita, su nuera. Me contó que ya había cumplido los noventa y que se iba a vivir con su hija. Si llamo a la puerta unos días más tarde hubiera perdido la primera referencia del Atlètic Balears. Me dio fotos, carteles… 

— ¿Fue un líder sindical Gabriel Cifre…? Los años veinte fueron muy convulsos.
— Es cierto. Había habido las manifestaciones por la falta de carbón, por la escasez de harina… Pero todo esto había sido un poco antes. En 1916, en 1918… Cuando Gabriel Cifre se incorporó a La Isleña la situación laboral y económica empezaba a estabilizarse. Incluso diría que él era de talante más bien conservador. 

— No es el perfil de las bases del Atlètic.
— El obrerismo de clase lo aportó el Foneria Carbonell, también conocido como Can Salí. Cuando se fusionó con el Mecánico ya se llamaba Mallorca. Gabriel Cifre, que lo había sido todo en el Mecánico, quedó relegado a delegado del segundo equipo. Y tres años después ya no ostentaba cargo alguno. 

— ¿El primer partido del Mecánico…?
— El 20 de abril de 1920, en la explanada del velódromo de Tirador. Jugó precisamente contra el Can Salí y perdió por 2‒1. A finales de año se produciría la fusión.

— ¿Dónde estaba la Fundición Carbonell?
— En el Hort d’en Moranta, cerca de Jaume III. Se entraba por la calle de la Protectora. El equipo iba totalmente de blanco. El Mecánico, en cambio, ya vestía el tradicional equipamiento del Atlètic, pantalones azules y camiseta blanquiazul.

— Afirma que Gabriel Cifre perdió protagonismo.
— Así es. Acababa de nacer el Baleares. Y en la primera asamblea, celebrada el 14 de noviembre, sale elegido presidente Bartomeu Llabrés Albertí, otro obrero de una fundición, la de Pere Tous, en la calle Lluís Salvador. El club, por tanto, ya no dependía de los operarios de dos empresas concretas, sino que empezaba a configurarse como representante del proletariado urbano. La sede social se situó en Can Rasca, una taberna colindante con las calles Sant Miquel y Oms.

— ¿Cuándo se inicia la rivalidad con el Alfonso XIII?
— ¿Y cuándo se empezaron a pelear el perro y el gato…?

— En el vientre materno.
— Pues lo mismo. Las crónicas deportivas de 1921 ya se hacen eco de la rivalidad a bastonazos entre los seguidores de ambos clubs. ¡Y conste que los alfonsinos tenían un equipo cien veces superior…! Pero es evidente que el fútbol canalizaba la realidad social de la época. Los alfonsinos eran burgueses, clase alta…

— Adolfo Vázquez Humasqué, su fundador, fue republicano y moriría en el exilio.
— De acuerdo. Pero el fundador suele pasar a un segundo plano. Es la masa social la que configura la identidad del club.

— Volvamos al Baleares.
— En 1922 lo preside Jaume Llabrés y le da una mayor proyección. La sede social se sitúa en el bar de su propiedad, el Triquet, uno de los más concurridos de la ciudad. Fue él quien emitió participaciones para comprar los terrenos del campo de Son Canals.

— ¿Se entraba en una época boyante?
— En lo social sí. En lo deportivo siempre fue a remolque del Alfonso. Los alfonsinos tenían dinero para fichar a los mejores jugadores locales y el campeonato de Mallorca acababa siempre en sus vitrinas. Sólo una vez, ya proclamada la República, se lo arrebató el Constància.

— ¿La rivalidad Baleares-Constància…?
— No existió. Su relación fue puramente deportiva, incluso amistosa. Los unos se alegraban de las victorias de los otros siempre que supusieran la derrota de los alfonsinos o mallorquinistas, porque a partir de 1931, por razones obvias, el Alfonso XIII pasó a denominarse Mallorca.

— El Baleares jugó la tarde del 18 de julio de 1936…
— Así es. Y ganó por un contundente 6‒0 al Mediterráneo. Aquella misma noche muchos de sus jugadores se embarcaron en el Ciudad de Barcelona. Viajaban a Barcelona, precisamente, para participar en la Olimpíada Popular que había organizado la Generalitat como respuesta a los Juegos Olímpicos de Berlín.

— ¿Continuó compitiendo los años de guerra?
— En torneos locales. En 1942 se produjo su fusión definitiva, esta vez con el Atlético.

— ¿El Atlético…?
— Era un equipo modesto que rozó la gloria al ganar, la temporada 1939-1940, el campeonato de Mallorca. Su masa social era de clase media, con predominio de apellidos chuetas. Lo había fundado Antoni Forteza Piña, el 13 de setiembre de 1922. El señor Forteza era el propietario de un prestigioso horno o pastelería de la plaza Santa Eulàlia.

— ¿Por qué se fusionaron?
— Más que de fusión deberíamos hablar de absorción. El Atlético había acumulado una deuda importante, unas 20.000 pesetas. Además, su campo, el de sa Punta, en la actual plaza de Abú Yahya, tenía que desaparecer en aras de una remodelación urbanística. Buena prueba de lo que le afirmo estriba en la renuncia total a su equipaje.

— ¿Cómo vestía?
— Inicialmente con pantalones negros y una camiseta a franjas verdes y rojas. Luego se equipó como el Athletic de Bilbao. De hecho solo aportó el nombre a la fusión. El Baleares pasó a denominase Atlético Baleares. Incluso la sede social del Atlético, en el Bar Palermo, pasó a convertirse en peña. La sede del nuevo club continuaría siendo la del Baleares. Desde 1928 estaba en la Assistència Palmesana.

— A partir de aquí comienza la historia del actual Atlètic.
— Así es. Antoni Salas Fuster la ha explicado detalladamente en su L’Atlètic Baleares, una historia de supervivencia.

— Y usted trabaja en otra historia, la de los clubes de Mallorca.
— Y me apasiona. En muchos pueblos el fútbol llega, en los años veinte, a través de la Congregación Mariana. En Alaró y en Felanitx, por ejemplo. El equipo de Felanitx se llamaba Sa Patena. También hubo uno en Sóller, el Marià Sportiu, así, en catalán con influencia de la grafía inglesa. ¡En fin…! ¿Adivina por qué le cuento todo esto?

— Para evidenciar la influencia creciente del fútbol.
— Sobre todo entre las clases populares. En sus inicios fue, como todos los deportes, un entretenimiento de las élites. Pero enseguida entusiasmó al pueblo. Era, por tanto, un modo de vehicular ideología. Y la Iglesia metió baza. No se lo pensó dos veces.

Una biografía social
El libro de Manel García (Els orígens de l’Atlètic Balears 1920-1942), se complementa con otro de Antoni Salas Fuster publicado en 2009. Se trata de L’Atlètic Baleares, una història de supervivència. El de Manel García va desde sus inicios hasta la fusión del Baleares con el Atlético. El de Salas Fuster, comienza tres años después de la Guerra Civil, cuando el equipo inicia su historia actual. En la plantilla ya figuran nombres que gozaron de un indudable reconocimiento popular. Los Brondo, los Bernabé, los Albella. Sobre todo este último, un delantero ágil y artista, con un remate de cabeza espectacular. El primer partido oficial del Atlètic Baleares, como lo llama Salas Fuster (medio en catalán, medio en castellano), tuvo lugar en Son Canals el 13 de setiembre de 1942 ante el Poblense. Ganó el Atlètic por 3‒0 y el gol que abría la goleada lo marcó Bernabé. El primer enfrentamiento con el Mallorca no tardaría en producirse. Fue también en Son Canals, el día 27 del mismo mes. Empataron a dos y el primer gol balearico lo marcó Albella. La rivalidad entre los dos equipos de Palma estaba en su zenit. Poco a poco se sumarían otros equipos al considerar que el Mallorca gozaba de privilegios políticos. El detonante de este malestar se activaría el 20 de mayo de 1945 cuando Mallorca y Constància se jugaban la permanencia en Segunda y el árbitro hizo que ganara el Mallorca. Pero esto forma parte de otra historia. El Atlètic Balears dispone de su propia biografía. Probablemente la que más interés ha suscitado entre las de todos los equipos de la isla.