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122. El monolito de sa Feixina, ley sin justicia

El Mundo-El Día de Baleares, 21 de julio de 2009
Diario de Mallorca, 27 de julio de 2009

Al monumento de sa Feixina le queda poco tiempo de vida. Los pasos dados por Cort con la simbología franquista son espaciados y tal vez lentos; pero nada que ver con la desidia de consistorios anteriores. Artísticamente no tiene valor: su diseño es inexpresivo y enigmático. Urbanísticamente es robusto y desproporcionado, en un entorno que se presume amable y de esparcimiento, ocupando un espacio excesivo. E históricamente fue levantado por un régimen dictatorial en sus años más represivos y de mayor penuria económica y social. Todo ello intensifica la misión para la que fue construido: intimidar con su presencia e imponer con su presencia los valores dictatoriales que representa.

Sus defensores argumentan su homenaje a los fallecidos del buque Baleares. Al contrario: el franquismo utilizó su memoria a mayor gloria de su régimen. Tampoco la suscripción popular es un aval: muchos represaliados por la dictadura colaboraron para evitar males mayores, y otros por temor a ser "desafectos al régimen". Y la necesidad de mantener vestigios del pasado como recuerdo (como el caso de Auschwitz) sería lógica si el monumento no estuviese enclavado en un lugar tan céntrico y estratégico. Ahí están los libros, muchos y buenos, sobre el conflicto: la lectura es la mejor prevención.

A mucho les duele su presencia ¿pero a quién puede molestar su ausencia? El recuerdo de los fallecidos del Baleares es legítimo, pero ¿ha de estar ligado a ese mastodóntico monolito apologético del franquismo? Sería más emotivo un grupo escultórico que despejase el excesivo espacio ocupado, en armonía con el parque que lo rodea, y que también reivindicase la memoria de los vencidos y represaliados por el régimen. Unos y otros, víctimas de una guerra absurda. Una réplica de La catedral de Auguste Rodin (dos manos que se entrelazan), sería un ejemplo. Ninguna ciudad española mantiene vestigios de tal calibre en su casco urbano; sa Feixina es el (pen)último y sus días están contados.