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84. UPyD, una realidad a pesar de sus pesares

Última Hora, 2 de octubre de 2008

En pocos meses UPyD ha conseguido hacerse un hueco en el panorama político. Es una buena noticia que un partido de nuevo cuño haya logrado hacerse un hueco en un panorama político anquilosado por el bipartidismo y la partitocracia, además de condicionado por el poder de los grandes medios y la falta de recursos. Es positivo que el partido haya sido levantado por una clase política nueva y vocacional, que contrasta con el burocratizado engranaje de los grandes partidos, que favorecen la profesionalización por antigüedad y no por valía personal. Hasta las juventudes de los grandes partidos parecen una cantera de funcionarios políticos. Aunque son políticos de viejo cuño quienes fundaron y rigen UPyD, sin que aún se aviste el relevo para sus jóvenes bases.

Pero para darse a conocer, UPyD ha estado mediatizada por los medios que le han dado cobertura y que quizá han condicionado su trayectoria, ya que hasta fechas recientes sus críticas iban dirigidas al gobierno mientras apenas mencionaba a la oposición, en consonancia con sus informantes. Propuestas interesantes como la autodeterminación del Sahara o rearticular en profundidad el funcionamiento del Estado han sido eclipsadas por la defensa del castellano y la crítica a los nacionalismos como únicos argumentos públicos. Sea por lo que fuere, esto ha banalizado su mensaje de regeneración de la vida política y ha simplificado su mensaje, quedando como un populismo mediático y oportunista, atribuido a un visceral rencor de Rosa Díez hacia Zapatero por sus detractores.

UPyD llenaría un vacío donde el eje derecha-izquierda no ha tenido equivalente en un eje territorial centro versus periferia con un vértice nacionalista español que hubiera compensado el equilibrio de fuerzas del Estado. Así, la formación prioriza la idea de España por encima de ideologías y de acuerdo con la sociedad moderna y avanzada que somos. Un estado por encima de tópicos, prejuicios del pasado, patriotismos atávicos e intereses varios, que hasta ahora han embrutecido cualquier debate serio sobre la cuestión. Formularlo satisfactoriamente es un reto irresoluto desde hace dècadas. Hace falta gente nueva y sentido común en política, de la que andamos faltos en los últimos años. Quizá no sea el motor, pero UPyD ha sido el ariete que ha roto los anodinos y oxidados engranajes de la política actual.