Ir al contenido principal

72. Antes roja que otra

El Mundo-El Día de Baleares, 1 de julio de 2008

Y ganó España. El cielo es mas claro y luminoso, somos más felices y la vida pasa con un gris más brillante. Las dos Españas, la roja y la nacional, unidas por una misma selección, la Roja. Somos felices, nada cambia pero todo sigue igual. Celebraciones que no se veían desde la atronadora explosión de júbilo con la investidura de Antich. Si antaño invocábamos a los dioses y las fuerzas de la naturaleza, para mejorar nuestras vidas, hoy nos esforzamos por olvidarla. Hoy, manifestarse sirve para afirmar nuestra españolidad aún a nuestro pesar (colectivo e individual) o por una patria a escoger.

Es nuestra selección, la de la roja zamarra y eufórica afición. Coches con claxon desmedido, banderas rojigualdas al viento con el toro en lugar del escudo constitucional (le preguntaremos a Bono si es legal, por si nos saca los tanques), que me evocan la atávica Sepharad (¿qué parte del toro serán las Baleares?), salves de "España, España" que sublimaban las antaño dedicadas a Argantonio, Viriato, Recaredo o Fernando VII. Y cantares de "yo soy español, español" con la tonadilla de "Kalinka". Ni las concentraciones para mejoras laborales, de vivienda o contra la corrupción consiguieron tamaño seguimiento (si se produjeran). Muchos hijos frustrados de la LOGSE (puesto que ni la terminan) tomaron las calles reclamando la consideración que todo patriota merece por el hecho de proclamarlo.

Una noche larga y eufórica, en la que incluso parecía que España se rompía menos. Un consuelo para los mallorquines, reacios a manifestarse para no parecer radicales, y provocar la crisis del turismo que los colma de precariedad. Gracias a nuestra selección, cuyo triunfo facilitará a sus jugadores sufragar enseres de primera necesidad como ropa de diseño y coches deportivos. Por ellos pudimos salir a la calle sin pasar por mileuristas o incómodos radicales. Hasta la próxima exaltación jubilosa, nos conformaremos con el habitual carpe diem sine qua non y el dolce far niente con acento de Carabanchello.